La diversidad enriquece
He leído dos valoraciones aparentemente contradictorias del último acuerdo de Presupuesto Plurianual acordado en la Cumbre de los Veintisiete
He leído dos valoraciones aparentemente contradictorias del último acuerdo de Presupuesto Plurianual acordado en la Cumbre de los Veintisiete. Por un lado, un éxito al lograr poner a todas las partes de acuerdo. Sin embargo, en los acuerdos todos ganan y, al mismo tiempo, todos pierden. De hecho, la segunda valoración se queda con esta última palabra: todos pierden y ganan los euroescépticos que logran un acuerdo de mínimos con un fuerte descenso en el presupuesto. Y con el riesgo añadido de que el Parlamento Europeo lo vete más tarde.
Como todo en Europa, con el proceso agónico de reforma del euro, las contradicciones son evidentes y los avances titubeantes. Se avanza, claro que sí, pero, en mi opinión, el único avance significativo que hemos visto en Europa en lo que llevamos de crisis tiene un solo nombre: el Banco Central Europeo. Partiendo de esta premisa, dudar de que sea suficiente para lograr la solución de la crisis es casi obligatorio. Y, es más: obliga a meditar sobre la disparidad, la existente en los Diecisiete (dejo para otro momento añadir otros Diez más al análisis), y si pueden asumirse, absorberse o incluso llevar a una ruptura del Euro. Esto último lo descarto, al menos desde el punto de vistas financiero, por el Banco Central Europeo. Pero como nos recuerdan de vez en cuando algunas autoridades de los países core, permanecer en el euro no es una obligación, pero requiere de obligaciones que deben cumplirse. Y es que la puerta, aparentemente, siempre está abierta para la salida.
Que el euro fue una decisión política no cabe ninguna duda. Y ha sido reiterado de forma reciente cuando el Gobierno británico ha anunciado un futuro referéndum para mantenerse en la Unión Europea ante la necesidad de seguir avanzando hacia la integración europea como solución final de la crisis. El euro se convirtió en la moneda de estos países con pérdida de su poder monetario al mismo tiempo que se fijaba un acuerdo (PEC) con el objetivo último de facilitar la integración fiscal. Esto último, obviamente, se quedo desfigurado con la crisis. Pero hay mucho más: la disparidad en términos de productividad y competitividad, reflejados en la disparidad en los niveles de desempleo y desequilibrios exteriores, se han hecho más patentes con la crisis.
Es cierto, como recordaba recientemente el Presidente del Banco Central Europeo, que muchos países han ganado en competitividad sobre la base de duros ajustes internos de precios y empleo, pero sin que ello sirva para aliviar, por el momento, la dureza del ajuste fiscal y estructural que sigue su curso. El sector exterior se considera a nivel europeo y será clave para la recuperación. La realidad, más allá de la subida del euro, es que los sectores exteriores de estos países son pequeños, con poco valor añadido, y la expectativa de recuperación se produce en un contexto de debilidad de la demanda externa con bajo crecimiento del comercio mundial. Es muy difícil, social y políticamente, seguir con los ajustes en estos momentos. Y lo es mucho más cuando la recompensa parece difusa en el tiempo.
A mediados de 2011, el presidente del Banco Central Europeo en aquel momento, Trichet, consideró que hay muchas más semejanzas que diferencias entre el euro y Estados Unidos. No se refería tanto al contexto político, creo, como a la diversidad y características de las economías de los países/estados que componen la zona/país. Sin entrar en mucho detalle sobre esta afirmación (que no comparto del todo), sí es cierto que uno de los principales problemas de la economía norteamericana en la crisis ha sido la burbuja residencial, con una evidente disparidad en el exceso de precios e inventarios de residencias por estados. Pero no tan diferentes como las observadas en la zona Euro. La respuesta de la Fed ha sido exitosa, en parte porque ha ido en exceso de lo esperado. Es más: aquellos estados que mejor se han comportado han coincidido, precisamente, con los consejeros de la Fed que más han apoyado estas medidas expansivas en exceso. No es sólo la situación estructural diferente de base (menos discrepancias en Estados Unidos), pero es que en la zona Euro, la respuesta (monetaria) ha sido también más comedida en términos relativos a la norteamericana.
Y hay mucho más a considerar: desde la cuestión democrática (nacional) en la zona Euro frente a mucha más homogeneidad en Estados Unidos (nos llevan más de 230 años de diferencia); las menores discrepancias en el Estado del Bienestar en EE. UU., (el Gobierno federal garantiza determinados bienes públicos) y en tamaño (población y PIB). No, no somos muy comparables. Lo que vuelve a poner sobre la mesa el papel del Banco Central Europeo, al que sí podemos comparar en su actuación frente a la de la Fed. Pero también es cierto que entiende la demanda recurrente de la autoridad monetaria europea a la clase política para que avance de forma definitiva en la integración financiera y fiscal, que realmente supondrían un paso definitivo en la solución de la crisis. Es obligado si nuestro objetivo a medio y largo plazo es una estructura similar a la norteamericana. ¿Lo es?
Si ya en diciembre, el fallo para alcanzar un acuerdo sobre presupuestos fue un factor negativo a considerar, el acuerdo de mínimos del viernes pasado nos deja un sabor agridulce. Pero siempre nos quedará el Banco Central Europeo. Espero que la Entidad, su Presidente, sean conscientes de la responsabilidad que tienen.