La pertenencia al euro es Irrevocable

El tercer apartado del artículo 140 del Tratado de la Unión Europea estipula que la pertenencia al euro es irrevocable. ¿Esto significa que un país no puede decidir su salida?

No me refiero a la decisión de un Gobierno de salir del euro. Quizás, es una decisión que debería tomar la propia población en un referéndum convocado sobre el tema. Esto, naturalmente, sería francamente complicado en un país como Grecia con una elevada fragmentación política. Por otro lado, un Gobierno en minoría sí podría pretender renegociar la deuda (la mayoría en manos oficiales europeas) y revocar los planes de ajuste que son contrapartida de los planes de rescate. Esto probablemente le cerraría las puertas a nueva financiación europea, como de hecho ya la mera convocatoria de las elecciones se ha traducido en un impasse en la asistencia financiera desde el FMI. No se le expulsaría del euro (en principio esto no es posible), pero sí se le limitaría la nueva financiación. Esto dejaría al Gobierno en una difícil situación, sin margen de actuación a nivel externo. Pero con enormes dificultades políticas a nivel doméstico.

¿Un problema sin solución? Siempre hay una solución, especialmente cuando hablamos dentro de la esfera política. Otra cosa bien diferente es que en este momento, antes de las elecciones griegas del 25 de este mes, se esté ya negociando esta solución. Europa no se ha caracterizado precisamente por anticipar la solución de futuros problemas. 

El Instituto IFO ha propuesto una conferencia internacional sobre la deuda griega (recuerden que el FMI es parte acreedora), una de cuyas conclusiones debería ser la salida temporal de Grecia del euro para lograr a través de una depreciación del tipo de cambio parte del ajuste de competitividad pendiente. ¿Y la deuda? La propuesta del IFO parte de su renegociación, reconociendo de esta forma su insostenibilidad. Recuerden como la deuda griega supera en estos momentos el 170 por ciento del PIB. Más de 320.000 millones de euros, de los que 240.000 corresponden a acreedores públicos: FMI, BCE, gobiernos europeos y la propia Comisión Europea. Pero, en opinión del Instituto, una nueva negociación (sería ya la tercera) sin tomar medidas drásticas (vía tipo de cambio) para recuperar competitividad se vería abocada a un nuevo fracaso convirtiéndose en un «barril sin fondo» para las finanzas europeas. Mejor una salida de la Moneda Única. 

Hace ya mucho tiempo que llegué a la conclusión que, con la asistencia del BCE, en la zona euro se puede vivir. Pero cuesta mucho vivir bien. No es sólo el problema de una deuda pública (y privada en muchos países) demasiado elevada como para garantizar un crecimiento sostenido en el tiempo más allá de recuperaciones cíclicas que pueden llegar a ser, es cierto, importantes. Además, el agotamiento social y político ante ajustes económicos, imprescindibles sin duda bajo una perspectiva de medio y largo plazo pero enormemente costosos a corto plazo, genera enormes incertidumbres a futuro que pueden lastrar la inversión productiva. Y con la demanda final limitada es complicado que el país pueda acelerar su crecimiento pese a las reformas planteadas. La cuestión va más allá del debate simple entre austeridad o crecimiento. Sin austeridad, el crecimiento puede quedar comprometido ante los problemas estructurales de muchas economías de la zona. Y no sólo me refiero a la deuda. Pero, sin recuperación a corto plazo las tensiones sociales y políticas pueden suponer también un importante hándicap para esa mejora. No sé si es un barril sin fondo para las arcas europeas, pero sin duda se convierte en un callejón sin salida para la propia integración europea.

¿Es el BCE la solución? Como dije al principio, la solución sólo puede llegar dentro de la esfera política. Y es que, en el fondo, se trata de un problema también político en estos momentos. Muy diferente la crisis sufrida cuatro años atrás, con evidente carácter financiero. Precisamente, fue el BCE la solución a las tensiones financieras a través del anuncio del OMT (nunca utilizado) como ahora puede amortiguar las nuevas tensiones ante el más que probable anuncio a corto plazo de compra de deuda soberana. Hemos conocido que se barajan tres opciones: desde la compra de deuda pública en función del peso de los países, hasta la compra sólo de deuda AAA o dejando a los bancos centrales nacionales que asuman el riesgo comprando la deuda de sus países. La primera opción sería la preferida por el mercado. Y la última, la que dejaría un peor sabor de boca. ¿La solución? En la reunión del BCE del 22 de este mes; ¿la solución a los problemas políticos? Lo desconozco.

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