La presión que no cesa sobre los accionistas bancarios
Si el Banco de España se empeña en algo, saben bien las entidades financieras que lo mejor es aplicarse cuanto[…]
Si el Banco de España se empeña en algo, saben bien las entidades financieras que lo mejor es aplicarse cuanto antes a la tarea que les propone. Ahora se trata de que los bancos reduzcan el dividendo que reparten entre sus accionistas y dediquen más dinero a capitalizar las entidades.
Los accionistas de los valores bancarios han sido, tradicionalmente, muy importantes para la Bolsa española y no sólo para los bancos, de ahí la necesidad de cuidarlos y evitar su huida. La caída generalizada de las cotizaciones de los valores bancarios con motivo de la crisis se compensó durante los peores años con un buen dividendo que, con frecuencia, no se correspondía con los resultados del sector. En esos difíciles ejercicios fueron habituales los discursos de los responsables bancarios prometiendo jugosos incrementos de dividendos en el futuro con un absoluto desprecio de las dificultades que pudieran sufrir los mercados. La Bolsa española se convirtió de esta forma en la reina de los dividendos, superando ampliamente a los mercados del Reino Unido, Francia, Alemania y, por supuesto, a Estados Unidos.
Pero la situación era difícil de mantener, como entendió rápidamente Ana Botín, al suceder en la presidencia del Santander a su padre. Y ahora ha llegado el momento, en opinión del Banco de España, de poner freno a tal dispendio, aunque desde hace ya un año los bancos se han puesto a ello y Reino Unido e Italia nos superan ya en el porcentaje de sus beneficios que reparten. Los accionistas de los bancos, muchos de los cuales han sufrido un fuerte castigo, como los del Popular, tienen ya asumido que nada volverá a ser como en el pasado. La esperanza de quienes en otro tiempo pertenecieron a la nobleza accionarial está ahora en los esfuerzos de las entidades por mantener los resultados en base a adelgazar, consumir menos recursos y echarle imaginación al negocio. Tanta imaginación como para convertir el banco en un café o también en una guardería o una vinoteca como acaba de hacer un banco japonés. Pintan bastos mientras no suban los tipos de interés y los salarios permitan incrementar el ahorro o asumir una cierta deuda a los clientes. Casi nada.