Los balances de los bancos centrales
El Fondo Monetario Internacional insiste en su recomendación al Banco Central Europeo de comprar bonos para contrarrestar la tendencia bajista de precios que domina Europa en la actualidad.
El Fondo Monetario Internacional insiste en su recomendación al Banco Central Europeo de comprar bonos para contrarrestar la tendencia bajista de precios que domina Europa en la actualidad. El Banco Central Europeo es el único gran banco central del mundo que no ha llevado a cabo este tipo de política, y no por razones económicas sino más bien políticas, como es la de atenerse a su estricto mandato.
Sin duda, el Banco Central Europeo se embarcará en este tipo de actividad en el futuro próximo y, probablemente, lo haga comprando titulizaciones de préstamos, aunque no hay que descartar los bonos soberanos. Este retraso en la implementación de una evidentemente necesaria política de flexibilización monetaria cuantitativa ha tenido consecuencias negativas para la economía europea, sobre todo para los países periféricos, pero puede tener como contrapartida la ventaja de que, cuando lo necesite, podrá contar con la experiencia del resto de los bancos centrales en el todavía inédito proceso de disminución de balances.
La Reserva Federal de los EE.UU está en su camino de reducir su programa de compra de bonos, pero muchos se preguntan cómo hará para volver a dejar el balance del banco central anteriores a la crisis. El mismo debate está en curso en otros bancos centrales. La cuestión es si es necesario vender los bonos del balance en el mercado o, simplemente, dejarlos hasta vencimiento. Aunque se puede también plantear si es bueno volver a tamaños y contenidos de balances similares a los de la pre-crisis, o si es conveniente mantenerlos como están.
A principios de 2007, los activos del Sistema de la Reserva Federal era de 880 mil millones. Hoy en día, el balance general es de 4.3 billones, incluyendo 2.4 billones de los bonos del Tesoro y 1,7 billones de valores respaldados por hipotecas. La razón para la compra de estos activos no era reducir la tasa de fondos federales, que había llegado a cero a finales de 2008, sino la de bajar los tipos de interés de los préstamos a personas y empresas.
La evidencia muestra que estas compras de bonos, de hecho, bajaron los tipos de largo plazo. Una estimación conservadora es que una compra de bonos por 600 mil millones (el tamaño de la segunda ronda de la Fed de compra de bonos) bajó los tipos de interés, a largo plazo, en cerca de 25 puntos básicos: no enormes, sin duda una valiosa contribución a la recuperación económica de EE.UU.
La compra de valores respaldados por hipotecas bajaron los tipos de las hipotecas. Esto contribuyó a frenar la caída de los precios de la vivienda y estimuló la actividad en el sector de la construcción. Antes de la crisis, muchas personas instaron a la Fed a ajustar su política para detener la burbuja en los mercados inmobiliarios. Un aumento en los tipos de interés a corto plazo habría ayudado en este sentido, pero también podría bloquear el crecimiento en otros sectores.
Si el balance de la Fed hubiese estado dotado de valores hipotecarios, podría haber actuado vendiéndolos y, con ello, frenando la burbuja que afecta al sector en concreto. Los posibles inconvenientes que se suelen argumentar en contra de un balance abultado de los bancos centrales son los de que éstos incurran en posibles pérdidas, ante un movimiento de mercado en contra de los activos que mantengan y el de su efecto inflacionista.
En el primer caso, el efecto es simplemente contable, y no tiene por qué trasladarse al bolsillo del contribuyente, ya que por las características propias de los bancos centrales, pueden mantener hasta vencimiento estos activos, sin necesidad de realizar provisiones. En el segundo, la prueba la tenemos en la actualidad en donde los bancos centrales cuentan con los balances más extensos de toda su historia y, sin embargo, el temor es a la deflación.
Por ello es posible que el camino de salida sea más simple de lo que en un principio se pensó y los bancos centrales se encuentren con que no sólo pueden actuar en los tipos de interés de referencia en su política monetaria sino también ajustando el tamaño de sus balances.