Los clarines del miedo

Más allá del tira y afloja lógico en toda negociación, que nadie aborda mostrando sus cartas definitivas, el PP y[…]

Más allá del tira y afloja lógico en toda negociación, que nadie aborda mostrando sus cartas definitivas, el PP y Ciudadanos han dado estos días una sensación aprensiva -más el segundo, la verdad sea dicha- ante la posibilidad de tener que gobernar en Andalucía. Y hacerlo juntos, con Vox encima, detestándose como se detestan y sosteniendo un pulso por la primacía de un centro-derecha cuyos votantes no acaban de entender tanta vacilación y tanta cuita. Sin ninguna simpatía recíproca, ambos partidos se sabían abocados a una alianza imperativa como novios de una boda de conveniencia que remolonean para acudir a la cita. Lo único que los ha acercado es la certidumbre de que otra salida sería para todos una decisión suicida. Quizá el pacto se hubiese resuelto de forma mucho más fluida de haberlo concertado a solas los candidatos Marín y Moreno Bonilla, que ya durante la campaña trataron el asunto en una discreta entrevista; pero los dos han quedado sujetos a sus direcciones respectivas, entre las que reina un clima de desconfianza, escrúpulo y malicia. El acuerdo, que van a firmar disimulando mal que bien su porfía, tendrá un carácter sucursalista: sus grandes líneas se han decidido en Madrid y la letra pequeña será escrita en Sevilla.

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