No le funcionará
Diagnosticar el mal de Francia es sencillo. Un país pródigo en dones. Una nación rica, que durante tres siglos ha[…]
Diagnosticar el mal de Francia es sencillo. Un país pródigo en dones. Una nación rica, que durante tres siglos ha vivido de maravilla, en gran medida por sus méritos. Pero la opulenta y feliz Francia fue tornándose perezosa, perdió el hambre laboral de algunos de sus competidores -léase Asia- y hoy vive por encima de sus posibilidades. Además, la integración de sus inmigrantes magrebíes dista de ser un éxito (hoy es el primer país musulmán de Europa, con 5,7 millones de mahometanos). Francia llegó al esprint final del siglo XX con un fuerte estatismo protector, que le había funcionado bien. Pero el revolcón de la globalización y la irrupción del frenético mundo digital convirtieron al modelo galo en lento e ineficiente. El problema está sobradamente diagnosticado. Sarkozy, Hollande y ahora Macron. Todos llegaron al poder prometiendo poner el reloj de Francia al día. Sarko resultó un mandatario de mucha bravata y pocos hechos. Hollande fue directamente un cantante, alérgico a toda reforma (salvo la de mudar de amante). Macron, de 40 años, que llegó en mayo de 2017 a lomos de una ola de popularidad, sí parecía el reformista esperado. Pero ayer hincó la rodilla ante las protestas callejeras. Ya es otro más de los presidentes lampedusianos de la V República: mucho bla, bla, bla? para que nada cambie.