Nuestra producción tiene que salir hacia afuera
Comenzamos a ver buenas señales en los mercados financieros. O quizás debiéramos decir que llevamos bastante tiempo sin sobresaltos. Lo que es cierto, y esto es sin duda una buena noticia, es que por primera vez en mucho tiempo, inversores extranjeros se han interesado por nuestra deuda pública.
Comenzamos a ver buenas señales en los mercados financieros. O quizás debiéramos decir que llevamos bastante tiempo sin sobresaltos. Lo que es cierto, y esto es sin duda una buena noticia, es que por primera vez en mucho tiempo, inversores extranjeros se han interesado por nuestra deuda pública, también por la italiana e incluso por la portuguesa, y la prima de riesgo ha bajado a niveles no vistos en años. La rentabilidad del bono español de 10 años, que se toma de referencia, ha caído por debajo del 4%, muy lejos del temible 7% que hacía inviable una financiación de las necesidades de capital de España de manera sostenida.
No hay que engañarse y debemos reconocer que el motivo principal de estos flujos compradores de renta fija europea ha sido la política ultra expansiva que se lleva a cabo en Japón. Tras el anuncio de que el objetivo de inflación que se impone el Banco de Japón es del 2% y que éste incrementa en casi el doble la base monetaria, es decir la cantidad de dinero que va a circular en el país, los fondos de pensiones japoneses y las gigantescas aseguradoras de vida de este país no van a tener más remedio que salir fuera de sus fronteras en busca de rentabilidad y evitar pérdidas de capital que inevitablemente se producirían de mantenerse invertidos en yenes japoneses.
Como digo, esta ha sido la principal causa, pero también hay que tomar en cuenta el cambio, ligero cambio pero cambio al fin y al cabo, de actitud de la Comisión Europea, con el permiso de Alemania, con respecto al cumplimiento de los objetivos de déficit de algunos países de la Eurozona, entre ellos el nuestro. El inversor internacional no ha visto ni ve con buenos ojos el criterio fiscal inflexible y uniforme impuesto sobre Europa. Los efectos han sido devastadores en países como Grecia y Portugal y a nosotros nos estaba llevando por el mismo camino.
Esa ligera posibilidad abierta en Europa para que las condiciones de cumplimiento de los objetivos de déficit dejen de estrangular el crecimiento económico ha animado a inversores japoneses a comprar nuestra deuda. También ha colaborado a ello, el cambio radical del Banco Central Europeo en su política monetaria convencional. Después de tanto tiempo de recesión, durante el cual el banco central se mantuvo impasible ante la mirada atónita del resto del mundo, por fin, claro está con el beneplácito del Bundesbank, han decidido bajar un cuarto de punto el tipo de referencia. Esta acción, como ya he explicado en artículos anteriores, poco efecto tiene sobre la economía real dada la fragmentación de los mercados monetarios pero sí que lo tendrá en la psicología de los inversores extranjeros, quienes por primera vez percibirán al BCE como un organismo que reconoce el deterioro de la economía europea y se presta a colaborar en su recuperación. En este sentido son también importantes las declaraciones de Draghi a favor de trabajar para facilitar el crédito a las PYMES.
Es cierto que la falta de agilidad o hasta inacción del BCE es exasperante, la situación de falta de financiación de las pequeñas y medianas empresas requiere una acción rápida e inmediata, pero al menos lo ha reconocido. Algo es algo.
El tema de fondo, la falta de crecimiento de nuestra economía sigue estando ahí. Se necesitan poner en funcionamiento medidas de política económica para estimular la economía. No se debería desaprovechar estos momentos de bonanza que permiten a los gobiernos centrarse en sacar adelante los sectores más productivos de la economía para crear empleo de manera inmediata, sin tener que estar con la preocupación insistente de una prima de riesgo que amenaza con un catastrófico impago de la deuda.
La demanda doméstica se encuentra bajo cero, dado el altísimo nivel de desempleo y la consecuente falta de confianza del consumidor. España ha estado creciendo en sus exportaciones más que ningún país europeo en la última década. Nuestro potencial está en el sector exterior, pero la pequeña y mediana empresa española carece de tamaño, implantación, experiencia y sobre todo de presupuesto para poder crecer como sería necesario en sus exportaciones. El Gobierno Español debería reconocer esta situación y centrar sus esfuerzos y sus fondos, en lo que Europa le permita, en promover la exportación española que tiene un gran potencial por desarrollar. Por ahí deberían empezar a salir los tan esperados brotes verdes.