Ocho naves espaciales con las que podremos abandonar el Sistema Solar

La nave espacial que mayor distancia ha viajado está en algún punto de la constelación de Ofiuco. Se trata de[…]

La nave espacial que mayor distancia ha viajado está en algún punto de la constelación de Ofiuco. Se trata de la Voyager 1, una vetusta sonda que fue lanzada el 5 de septiembre de 1977 y que aún sigue funcionando, según dijeron algunos de sus creadores, gracias a que no tiene ordenadores a bordo. Está tan lejos, que la luz del Sol tarda en llegar hasta ella 20 horas, cuatro minutos y 35 segundos, cuando la luz de nuestra estrella solo tarda ocho minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra.

Puede parecer que la Voyager 1 ha llegado muy lejos, pero solo si no recordamos que los límites teóricos del Sistema Solar están a una distancia de un año luz. O si no tenemos en cuenta que la estrella más cercana, Próxima Centauri b, está a alrededor de 4,24 años luz. La Voyager 1 necesitaría 90.000 años para llegar hasta ella a su velocidad actual. Es cierto que esta no es una nave especialmente veloz, pero los vehículos más rápidos de todos los tiempos necesitarían milenios para llegar hasta nuestra vecina galáctica.

La necesidad de viajar a las estrellas

El divulgador y físico Michio Kaku se plantea si alguna vez estas distancias podrían acortarse, y si el hombre podría llegar a pisar planetas en torno a estrellas distintas al Sol. En «El futuro de la humanidad» (Debate) dibuja un futuro en el que la humanidad probablemente tenga que dejar atrás la Tierra no por curiosidad y afán de conocimiento, sino por simple supervivencia.

La historia del planeta muestra que cada cierto tiempo ocurren erupciones volcánicas, asteroides y extinciones masivas. ¿Qué haremos cuando ocurra? ¿No deberíamos tratar de colonizar otros mundos? Por ello, describe varias tecnologías futuristas pero factibles que podrían usarse para colonizar Marte, prolongar la longevidad y construir robots autorreplicantes.

Michio Kaku destina uno de los capítulos a las naves y a los propulsores interestelares. Ninguno de ellos ha despegado del papel, pero todos son, hoy por hoy, los ingenios más factibles para la difícil empresa de superar la barrera marcada por la inmensidad del Universo y la finitud de nuestras vidas.

De entrada, este divulgador deja claro que la solución más sencilla, que sería construir un cohetes gigantesco, sería imposible. «Necesitaría una cantidad de combustible directamente exponencial a su velocidad, y un cohete químico no puede cargar suficiente combustible para un viaje de esa distancia», escribe Kaku.

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