Perdedores, ignorados y maltratados
Ahorradores e inversores saben muy bien que "al perro flaco todo son pulgas". Tras un terrible mes de diciembre y[…]
Ahorradores e inversores saben muy bien
que "al perro flaco todo son pulgas". Tras un terrible mes de diciembre y a la
espera de una reacción de los mercados que, por el momento, resulta
peligrosamente tímida, los inversores se han dado de bruces con una realidad
que en los momentos de revalorizaciones, plusvalías y beneficios parecen ignorar.
Sus intereses son los últimos en tomarse en consideración en las grandes
decisiones que afectan a las compañías en la que han depositado una parte de su
patrimonio personal. Así nos lo ha contado durante varios días Rodrigo Rato en
el inicio del juicio que aborda las responsabilidades por la engañosa colocación
en Bolsa de Bankia. Para quien que fuera presidente de esa entidad financiera, sólo
se trató de una operación política, decidida por el Gobierno, diseñada por el Banco de España y con el
visto bueno de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Ni él, ni su
consejo de administración, que deberían haber defendido los intereses de los
accionistas pudieron hacer nada para evitarlo. Lo que no explica bien es por
qué presentó la privatización como ocasión única en la que los ahorradores no
podían perder dinero.
En la misma semana, hemos conocido que el
intento de control del BBVA por parte de la constructora Sacyr en el 2004 fue
abortado tras la intervención de la
empresa de un afamado comisario, ahora en prisión, que espió a políticos,
empresarios y periodistas. El comisario recibió más de cinco millones de euros
de la entidad financiera por frustrar una operación que, sin duda, habría
provocado importantes cambios y, posiblemente un buen beneficio, en el precio
de las acciones del banco. Esta información confirma que, tras las batallas
corporativas con motivo de la presentación de alguna Oferta de Compra de
Acciones, tan solo hay una disputa para ver quien mantiene u ocupa el sillón de
la presidencia de la empresa afectada. Los intereses de los accionistas, que
son los propietarios de la compañía, resultan secundarios por mucho que se
apele a ellos como muro de contención ante el intento de abordaje.