Previsiones hasta fin de año

Durante el primer semestre de 2018, la economía global ha evolucionado tal y como esperábamos, esto es, con un sólido[…]

Durante el primer semestre de 2018, la economía global ha evolucionado tal y como esperábamos, esto es, con un sólido crecimiento que podemos estimar en torno a un 3,8 por ciento. Es cierto que se ha visto una cierta desaceleración, pero esta ha ido por áreas sin que ello afectara al buen tono y sin que la sincronía se haya visto lastrada notablemente. Si hubiera que destacar algo es el mejor comportamiento de Estados Unidos y un poco de retraso en Europa y en algunos países emergentes. 

Es cierto que el ciclo está siendo largo, pero las expansiones no mueren por longevidad, sino porque aparecen desequilibrios que las hacen inviables y no es el caso en este momento. Pero durante lo transcurrido en lo que va de año sí han aumentado los riesgos y los eventos negativos. De entre todos ellos destaca la amenaza de una guerra comercial, que sabemos que es mala para todos, aunque para algunos sea peor que para otros. La subida del petróleo tampoco ha sido una buena noticia, así como los riesgos en Europa con los nuevos planteamientos italianos y sin que perdamos de vista el 'Brexit'. Seguimos pensando que pueden penalizar la economía puntualmente, pero no la van a hacer descarrilar.

Los bancos centrales se han comportado como esperábamos. La Reserva Federal sigue retirando estímulos, sobre todo en el lado de los precios subiendo los tipos de interés, pero de un modo gradual, paulatino y predecible. El Banco Central Europeo está todavía en una fase distinta, pues sigue con actuaciones expansivas, como son las compras mensuales de activos, tiene previsto finalizarlas en breve; creemos que el cambio de signo de su política será en 2019, pero este cambio tendrá las mismas características que la de la Fed, gradual, paulatina y predecible. Con todo ello, el cambio de signo de las políticas monetarias que creemos que estará completamente implantadas en 2019 no tiene que afectar necesariamente al ciclo. 

En la renta fija, los bonos gubernamentales no han tenido el mal desempeño que esperábamos durante lo transcurrido en 2018. En Europa ha ocurrido lo contrario, pues el Bund, el bono alemán a 10 años, ha reducido su rentabilidad 12 puntos básicos, hasta niveles del 0,30 por ciento. En Estados Unidos, sí ha repuntado la rentabilidad de su deuda, aunque moderadamente en el bono a 10 años (ha repuntado un 0,1 por ciento quedando en 2,9 por ciento), pero no así en el bono con un vencimiento a 2 años que ha repuntado un 0,8 por ciento. Seguimos teniendo una visión muy negativa para el caso de los bonos europeos y no positiva para los bonos americanos; el cambio de signo de la política monetaria global les pasará factura.

Respecto a la renta variable, que era y es nuestra clase de activo favorita, este semestre ha sufrido una corrección del -1,5 por ciento, si bien los retrocesos han sido más acusados en los países emergentes (-3,9 por ciento) que en los desarrollados (-0,7 por ciento). Tenemos que destacar que ha habido también una dicotomía entre Europa (-2,4 por ciento) y Estados Unidos ( 1,7 por ciento). En la medida en que pensamos que el ciclo no está agotado y que la temporada de resultados podría resultar brillante, seguimos apostando por esta clase de activo. 

Sí tenemos una visión bajista respecto del petróleo, aunque en el medio plazo, de modo que veremos este por encima de 70 dólares más tiempo de lo que desearíamos en 2018. El dólar está, según nuestros modelos, en una zona de indiferencia, por lo que prevemos que se moverá lateralmente al calor de los acontecimientos que vayan ocurriendo. 

En síntesis, el crecimiento global ha perdido vitalidad, pero eso no significa que haya finalizado o lo vaya a hacer en breve. Los bancos centrales continuarán, en distintas fases, sus estrategias de salida del tono expansivo que aún tienen sus políticas monetarias y ello afectará negativamente a la renta fija en general. En este entorno, las acciones, no tanto por valoración sino por buen momento de beneficios, aparecen como la clase de activo favorita. Algo no muy distinto de lo que recomendábamos anteriormente, pero la gestión de carteras es el arte de no hacer nada más que lo imprescindiblemente necesario en momentos difíciles de mercado. 

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