Reglas de convivencia
En los discursos del Rey, a diferencia de los de los políticos, caben todos los que quieran caber porque se[…]
En los discursos del Rey, a diferencia de los de los políticos, caben todos los que quieran caber porque se mueven sólo en el terreno de los principios. Eso no significa que sean ambiguos -ya lo hubiese querido hace un año el independentismo- sino que la Corona está obligada, como poder simbólico, a expresarse en términos inclusivos. La ausencia de sesgo ideológico es su gran valor, el que da fortaleza y sentido a su continua apelación al espíritu de concordia del constitucionalismo. Nunca faltan los que prefieren sentirse excluidos, pero la neutralidad es el requisito esencial para que la institución monárquica goce de legitimidad de ejercicio. Su función, a menudo desdeñada, es la de señalar el camino, sin otra capacidad ejecutiva que la de sugerirlo; son los agentes públicos representativos los que deciden el recorrido, la velocidad y el ritmo. La excepcionalidad del año pasado, con la integridad de la nación en peligro, obligó al Monarca a plantarse frente al desafío; pero ni ésa puede ser la tónica habitual ni conviene que la alocución de Nochebuena traspase el umbral retórico desiderativo por mucho que las circunstancias políticas se hayan instalado en un permanente síndrome crítico.