Sometidos al yugo alemán

La Comisión Europea, en boca de su máximo representante, el señor Oli Rehn, sometía el pasado martes a nuestro país a una presión insospechada al reprender públicamente al Gobierno Español por no avanzar en el proceso de recuperación de nuestra deteriorada economía.

La Comisión Europea, en boca de su máximo representante, el señor Oli Rehn, sometía el pasado martes a nuestro país a una presión insospechada al reprender públicamente al Gobierno Español por no avanzar en el proceso de recuperación de nuestra deteriorada economía.

Concretamente, el señor Rehn metía el dedo en la llaga del empleo, en la deuda pública y la privada y en el de la inversión extranjera. Instaba al Gobierno a tomar medidas para acabar con los malos números en los sectores mencionados y advertía que la situación de España ponía en riesgo la recuperación del resto de Europa, riesgo sistémico. 

El lamentable escenario lo terminaba de presentar comparando a España con Eslovenia y amenazando con multas de hasta mil millones de euros si no se alcanzaban los objetivos. La situación me hizo recordar el caso del niño que es apaleado por los más fuertes y violentos de su colegio y cuando llega a casa sus padres le reprenden por haberse dejado pegar.

¿Pero quién está dictando las directrices de política económica de los países con problemas, como el nuestro? ¿Quién obliga a mantener una política fiscal restrictiva que impide cualquier recuperación?  Efectivamente, es la propia Comisión Europea quien nos marca el camino a seguir y quien nos echa en cara que no lleguemos al destino previsto. Hemos llegado a la apoteosis del absurdo. Y por si fuera poco, ni siquiera tenemos, como país, potestad ni sobre la moneda ni sobre la política monetaria, que sigue siendo la menos expansiva de todos los países desarrollados del mundo, algo que tampoco deja de sorprender.

Evidentemente, la situación es, a todas luces, irracional, solamente se puede comprender cuando empezamos a leer el capítulo de las exigencias. La Comisión Europea pide a España más reformas del mercado laboral, léase rebajas salariales, y del sistema de pensiones, además de medidas para asegurar el sistema fiscal. 

En definitiva, Europa no está preocupada, en absoluto, por los seis millones de parados que sufren a diario en nuestro país ni de la enorme cantidad de pequeñas y medianas empresas que tienen que echar el cierre por la dramática contracción del crédito. Lo único que parece preocuparle es que el terrible proceso de devaluación interna se lleve a cabo cuanto antes mejor, caiga quien caiga. 

Nada parece importar que el potencial productivo de España se vaya menguando en este dramático proceso de contracción, y que en el futuro será cada vez más difícil de recuperar, sino se actúa de manera inmediata con medidas de estímulo a la economía.

Si, de estímulo a la economía, de desbloqueo del circuito de crédito, de desfragmentación de los mercados monetarios con medidas de política monetaria no convencionales, como hacen el resto de los bancos centrales del mundo, y con inversiones públicas en sectores productivos. Y si no quieren que nos mantengamos endeudados, que inviertan los que puedan. El secretario del Tesoro Americano se molestó en acercarse a Alemania para pedirle todo esto, que relató al ministro de Finanzas Alemán, y el propio Fondo Monetario Internacional no para de pedir flexibilidad en las políticas de reducción del déficit. 

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No se cómo encaja en todo este disparate, las recientes declaraciones del presidente del Ecofin, el todavía inescrutable señor Dijselbloom, diciendo que no se extrañaría si España fuese quien, en el futuro, tirase de la economía europea. Este hombre debe estar aterrizando en estos asuntos porque no parece enterarse de la película.

Lo que parece es todo lo contario. Nos quieren colocar en el pelotón de los lentos, en la segunda división europea. No en vano nos sacaron al escenario de la mano de Eslovenia. Todavía tenemos solución, necesitamos un cambio en las ineficientes y desatinadas políticas europeas, provenga de donde provenga, bien sea por intercesión divina o porque quien gobierna Alemania deje de tener el poder.

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