Sueño esloveno, húmedo y sangriento
Yo estaba allí, el 26 de junio de 1991, en el momento y en el lugar en que comenzó a[…]
Yo estaba allí, el 26 de junio de 1991, en el momento y en el lugar en que comenzó a aplicarse la «vía eslovena» que tanto seduce a Quim Torra como ejemplo para acelerar la independencia de Cataluña. Allí, en la autopista de Zagreb a Liubliana, no lejos de los límites entre ambas repúblicas, junto a aquellos cadáveres humeantes de seis reclutas del ejército yugoslavo JNA carbonizados en el interior del blindado de ruedas (BMR). Uno había logrado abrir la puerta, pero ninguno consiguió salir. Les habían alcanzado con un lanzagranadas miembros de la Defensa Territorial eslovena. Aquellos jovencitos hechos estatuas de tizón quedaron en mi retina y memoria como las primeras víctimas de la guerra abierta en Yugoslavia. En Eslovenia esa guerra duró diez días, con menos de cien muertos. En el resto de aquel efímero y artificial estado duraría casi diez años y se cobraría cientos de miles de muertos.