Suicidio por un desahucio en Chamberí: «Alicia decía que donaba comida y ropa. No intuimos nada»
Nadie en el número 1 de la calle de Ramiro II sabía de la situación límite que su vecina del[…]
Nadie en el número 1 de la calle de Ramiro II sabía de la situación límite que su vecina del quinto, puerta 4, venía soportando tiempo atrás. El lunes por la mañana, una comisión judicial acompañada de una patrulla de la Policía Municipal se presentó en su domicilio para ejecutar la orden de desahucio que pesaba sobre ella. Sin embargo, nadie respondió al telefonillo. El portero del inmueble condujo a la comitiva hasta la puerta, con idéntico resultado. Un cerrajero se personó entonces para romper el bombín y acceder así al interior. No dio tiempo. Cuando Alicia M. V., de 65 años y nacionalidad española, supo de la inminente entrada, corrió al balcón y se precipitó al vacío. «No imaginábamos esto. Era una mujer tranquila, reservada. Colaboraba incluso con la iglesia del padre Ángel», comentaban ayer algunos residentes del bloque.
Los trágicos hechos tuvieron lugar poco antes de las 11 de la mañana. «Oímos un golpe, pero no pensamos que fuera por algo así», explicaban en un comercio adyacente. Tras intentar reanimarla, los facultativos del Samur no pudieron hacer más que confirmar su fallecimiento. Desde entonces, el foco mediático se ha instalado en el edificio, situado en una acomodada zona de Chamberí: «Estamos un poco hartos de tanto jaleo», advertía una residente, sin querer dar ninguna explicación. Otros, en cambio, subrayaban el tímido carácter de la malograda: «Era una persona de ?hola? y ?adiós?, no parecía que tuviera problemas. Desde luego, no los aparentaba».
Alquiler de 500 euros
La mujer llevaba cuatro o cinco años en la casa, un estudio de no más de 30 metros cuadrados por el que pagaba un alquiler de 500 euros. La propiedad pertenecía a Apartamentos Galileo, empresa dedicada a los arrendamientos temporales desde 1987. En su página web, ofertan viviendas de un dormitorio en una calle próxima a partir de 650 euros al mes. «Supongo que el precio que pagaba era menor al coger el piso antes de que empezaran a subir», precisaba un hombre.
En la comunidad, Alicia no era muy conocida. «Al no ser la dueña, nunca venía a las reuniones», apuntan, sin entender el porqué de lo ocurrido. «Solía salir cada tarde sobre las 5 o las 6», advertía el portero. Siempre bien vestida, arreglada, con porte elegante: «Me comentó hace tiempo que donaba ropa y comida a la parroquia». La conmoción es todavía notoria. Vivía sola y, aunque era madre de un hijo, nunca la vieron acompañada. Tampoco tenía animales. «Decía que estaba separada», añadía otra mujer.
Por el hueco que aún conserva la cerradura se vislumbra una vivienda ordenada, sin signos que evidenciasen, al menos a simple vista, alguna anomalía. Pese a que había recibido varias notificaciones previas, Alicia nunca se puso en contacto con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
En mayo, acudió a los servicios sociales del Ayuntamiento para consultar qué hacer al no poder abonar el alquiler, pero no volvió después de que le indicasen que debía empadronarse para solicitar ayudas, según indicaron fuentes municipales a Efe. Manuela Carmena lamentó en el Pleno lo ocurrido: «Me ha afectado muchísimo. No quiero que vuelva a pasar».