Una banca estresada
La pasada semana se publicaron los resultados de los stress test o AQR, revisión de la calidad de los activos en sus siglas inglesas, de los 130 mayores bancos de la Eurozona, que ahora estarán bajo la supervisión directa del Banco Central Europeo.
La pasada semana se publicaron los resultados de los stress test o AQR, revisión de la calidad de los activos en sus siglas inglesas, de los 130 mayores bancos de la Eurozona que estarán de ahora en adelante bajo la supervisión directa del Banco Central Europeo.
De ellos, 25 no pasaron la prueba. Éstos tenían un déficit de capital, en la situación más adversa planteada durante esta prueba, de 24.6 billones de euros, que representa el 0.09% del total de los activos valorados que a su vez representaban el 70% de los activos bancarios en toda la Unión Europea.
Después de permitir la recapitalización a estos bancos desde principio del 2014, aún quedaron nueve de ellos que no lograron sus objetivos y el déficit quedó reducido a 9.5 billones de euros, el 0.03% del total de activos.
El 29 de octubre se publicaba alternativamente otra estimación de la calidad de los activos bancarios europeos realizada por dos prestigiosos académicos que utilizaron un método diferente al de la Asociación Europea de Banca. El resultado fue muy distante.
Los bancos sujetos a la prueba en este otro test eran un subconjunto de los estudiados por la Autoridad Bancaria Europea, en concreto 39 bancos con un total de activos de 12.5 trillones. El cálculo fue de un déficit de capital de 450 billones de euros a final del 2013 o, lo que es lo mismo, un 3.6% de los activos que poseen.
La diferencia es irreconciliable. ¿Cuál de los dos está más cerca de la verdad? Partimos de la premisa que la Asociación Europea de Banca no ha sido un ejemplo a tener en cuenta en los anteriores test realizados. En ellos subestimaron los agujeros de capital de la banca europea hasta extremos inauditos. Se basaron en los datos aportados por las autoridades locales, las mismas entidades que en sus jurisdicciones permitieron los excesos que llevaron a la crisis financieros. Los mismos que hicieron la vista gorda ante la proliferación del riesgo crediticio y que dejaron a los bancos sobrevalorar los activos en sus balances, algunos de ellos sin ningún valor.
Si a todo lo anterior le unimos el más que débil comportamiento económico de la eurozona que en poco puede ayudar a la recuperación de la cuenta de resultados de estos bancos y algunos fallos flagrantes en el modelo de máximo stress, como el de obviar el peligro de deflación, de hecho los niveles de precios considerados son del 1%, parece razonable pensar que entre la situación real se acerca más al resultado del stress test realizado por los académicos.
En este escenario todo indica que la banca europea no está en condiciones de hacer frente a una hipotética y, de momento, poco probable aumento de la demanda de crédito. La banca europea necesita alcanzar mayores cotas de capitalización para poder ejercer su función de distribución a la economía real de los recursos financieros disponibles de manera segura y holgada.
El BCE está haciendo todo lo que está en su mano para facilitar esta función, pero se necesitaría una reestructuración bancaria, que pasaría por un proceso de integración bancaria transfronteriza en el ámbito europeo, que traería consigo la desaparición del excesivo número de entidades que operan en Europa, la mayoría de ellas débiles y al límite de lo imprescindible para subsistir.
Y todo ello aderezado con una política fiscal anticíclica para estimular la economía, política que no se llega a plasmar por la parálisis política europea y por la oposición de los países de la franja germánica tradicionalmente opuestos a este tipo de medidas.