Las bolsas preferían un triunfo de Hilary Clinton, porque se sentían más cómodas con una política continuista, heredera de de su correligionario Barack Obama. Trump, como anticipaban los mercados, era imprevisible, un volcán a punto de entrar en erupción. Cuestionaba los acuerdos de libre comercio y anticipaba que iba a gravar las importaciones de México y China, como hizo posteriormente. 

Los mercados se sentían incómodos ante la posibilidad de un triunfo de Trump y cayeron con fuerza los días previos a las elecciones. Tenían en la mente lo sucedido con el referéndum del Brexit, cuando se dio por hecho que el Reino Unido permanecería en la Unión Europea y pasó todo lo contrario.

También existía preocupación por la reacción de Trump en caso de victoria de Clinton. El entonces candidato republicano declaraba que no tenía intención de aceptar el resultado electoral si ganaba su rival demócrata. Y eso podía generar mucho ruido en las bolsas.

En las páginas de la revista Inversión, el que fuera gurú de Pedro Sánchez, Iván Redondo, analizaba la recta final de la campaña electoral estadounidense.

El que Trump cuestionara el resultado, según Redondo, no debería preocupar, porque ya ocurrió en otros momentos de la historia, en 1960, cuando Nixon cuestionó la victoria de Kennedy, o cuando Al Gore hizo lo mismo contra Bush, y al final terminaron aceptándolo. En 2016 no sucedió, pero cuatro años después Trump desacreditó el triunfo de Biden. 

A pesar de los miedos iniciales, las bolsas se aliaron con Trump. El Dow Jones protagonizó los años más brillantes de su historia. Pero el Covid-19 truncó esa brillante racha.