Repsol multiplica por tres el número de inversores ESG con su transformación verde
El 32% del capital de la petrolera en manos de institucionales está controlado por fondos sostenibles
La inversión bajo criterios ESG (Environmental, Social & Corporate Governance) está cambiando la estructura accionarial de las grandes cotizadas, aunque hasta el momento la información esté llegando con cuentagotas.
Una de grandes compañías que desvela qué porcentaje de sus accionistas está comprometido con el cumplimiento de esta condición es Repsol.
La multinacional lo ha destacado en la presentación de su nuevo plan estratégico para los próximos cinco ejercicios, donde la transformación desde petrolera a cada vez más renovable va a ser uno de los pilares.
La empresa encabezada por Josu Jon Imaz explica en la documentación que ha remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que un 32% de las acciones de la sociedad controladas por institucionales está en manos de inversores que siguen criterios ESG.
De la nueva inversión comprometida para los próximos cinco años, el 30% estará enfocado en iniciativas bajas en carbono
Un porcentaje que ha ido creciendo de forma exponencial en la última década porque, según indica Repsol a SOCIAL INVESTOR, desde 2010 el número de inversores ESG en su capital se ha disparado en un 280%; es decir, casi han multiplicado por tres su representatividad.
De hecho, ese crecimiento ha sido especialmente relevante en los últimos años porque la propia Repsol explica en sus informes anuales que, al cierre de 2017, esos inversores ESG representaban el 19% de su accionariado.
Además, la energética apunta que esa presencia del 32% es más del doble que la media de su sector, que se queda en el 15%.
Unos inversores que este año están sufriendo con la cotización de Repsol, que se ha dejado un 39% de su valor en el parqué desde enero y deja su capitalización en el entorno de los 13.000 millones de euros
Un accionariado atomizado
Una de las características del accionariado de Repsol es que en él no existen nombres de referencia, con una excepción, la de Sacyr, dado que la constructora controla algo más del 8% del capital, según los registros de la CNMV.
Por detrás de esa compañía, están algunos de los gigantes de la inversión y grandes gestoras como BlackRock, Vanguard o el nórdico Norges Bank. Precisamente, tres de las firmas de gestión de activos que más impulso han dado a la ESG, aunque ninguna de ellas alcanza el 5% del capital, pero tienen una elevada influencia.
De esta forma, esa atomización accionarial y la relevancia de esas gestoras que se mueven por criterios de inversión ESG están marcando el paso en la estrategia de las compañías, dado que apuestan por aquellas que se mueven hacia la descarbonización y van reculando en actividades contaminantes como puede ser el petróleo.
El propio Imaz explicó en la presentación del plan estrátegico que el crudo está lejos de desaparecer como eje de actividad de Repsol pero que está cediendo, claramente, protagonismo.
De la nueva inversión comprometida para los próximos cinco años, más de 18.000 millones de euros, el 30%, estará enfocado en iniciativas bajas en carbono, es decir, unos 5.000 millones de euros.
Dentro de ese foco entra el hidrógeno verde y su actividad renovable. Un foco de negocio donde el grupo está abierto a la búsqueda de un socio o a poner en marcha su salida a bolsa. En concreto, valora este negocio en el entorno de los 1.400 millones de euros.
Cambio de modelo de negocio
Esta relevancia de la estrategia renovable de Repsol no es nueva y no es un caso único, porque las grandes energéticas españolas están volcándose en el ‘giro verde’ y no es una decisión altruista.
Los inversores lo exigen, como se ha visto por el peso que ya tienen en el accionariado de Repsol. Además, las cuatro grandes energéticas españolas (Iberdrola, Endesa, Repsol y Naturgy) van rezagadas en ESG respecto a sus competidores y necesitan acortar terreno si quieren ganarse el respaldo de las grandes gestoras.
Y hay un tercer motivo, España se ha comprometido a tener una economía absolutamente descarbonizada en el año 2050 y, para conseguirlo, la participación del sector energético es indispensable.
Repsol ha ido cambiando de forma progresiva. Hay que remontarse seis años para ver la última gran compra ‘petrolera’ de la multinacional española. Entonces, adquirió la canadiense Talisman por más de 10.000 millones de euros.
Repsol está entre las más de 100 empresas a las que el lobby de grandes inversores Climate Action 100+ exige rebajar las emisiones
Y, desde entonces, ha ido ‘apostando’ al verde. El gran salto lo dio en 2017 con la compra de activos eléctricos a Viesgo. Destinó más de 730 millones de euros a la adquisición de dos ciclos combinados y tres plantas hidroeléctricas. Unos pasos que hacían a la petrolera menos dependientes del crudo.
Ese año 2017, además, es clave desde el punto de vista de la ESG. Fue entonces cuando echó a andar Climate Action 100+. Se trata de una iniciativa, un lobby de grandes inversores, que busca incentivar a las compañías con mayores emisiones contaminantes a impulsar su transformación hacia la descarbonización.
Como medida de presión, este lobby creó en su origen una lista de 100 empresas consideradas con elevadas emisiones y con relevancia económica sistémica. Y en ese listado, dos empresas españolas: Naturgy y Repsol. Después, añadió a Iberdrola.