El activismo accionarial gana una batalla en Exxon y coloca a dos consejeros para incentivar su transformación climática
El fondo Engine No.1 y los inversores que le han respaldado en torno a una mayor exigencia de transformación, cambian la estructura directiva de una de las mayores petroleras
El mes de mayo va camino de pasar a la historia por ser clave en la exigencia de transformación -a veces forzada- de las grandes petroleras.
Una de las mayores multinacionales estadounidenses, Exxon Mobil, acaba de ver cómo la que parece una pequeña firma de inversión ha sido capaz de aunar suficientes apoyos en la junta de accionistas para colocar a dos miembros en el consejo de administración de la multinacional.
Una noticia que llega sólo unas horas después de que un tribunal holandés obligase a Royal Dutch Shell a acelerar su transición hacia un modelo de producción menos contaminante.
En este caso, la compañía angloholandesa se había comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% para 2030 y a dejarlas en cero para 2050.
Sin embargo, el tribunal de La Haya que ha llevado el juicio considera que esos compromisos no son suficientes y que debe reducir las emisiones, en esta década en un 45%.
La situación en Exxon Mobil es diferente. Se trata de activismo accionarial en su estado puro.
Un pequeño fondo, contra un equipo directivo
El pasado mes de diciembre, el ‘hedge fund’ Engine No.1 desveló que iba a exigir medidas a la que un día fue la petrolera más grande del mundo por valor bursátil y que iba a hacerlo con una participación en su capital de sólo 40 millones de dólares. Exxon roza actualmente una capitalización de 250.000 millones de dólares.
Desde entonces Engine No.1 ha ido recabando apoyos en torno a un mensaje basado en que los actuales planes de transición del equipo directivo encabezado por su CEO, Darren Woods, pueden conllevar serios riesgos para la existencia a largo plazo de la compañía.
Hay que recordar que Exxon sí se ha marcado la meta de ser una compañía descarbonizada en 2050, como marca el acuerdo de París, pero sin objetivos intermedios. Por ejemplo, una previsión de recorte de emisiones para finales de la década en curso.
Un mensaje que ha calado en otros inversores socialmente responsables, como los fondos de pensiones de California y de Nueva York, que han respaldado las propuestas de Engine. A pesar de que el equipo directivo liderado por Woods ha defendido su actuación por la vía de que es necesario transformarse pero, al mismo tiempo, manteniendo los niveles de dividendo.
También ha logrado el apoyo de BlackRock, segundo mayor accionista de Exxon que, en su caso, votó por incluir a tres consejeros de Engine N.1. Entendía que ese nuevo aire al consejo “aporta perspectivas frescas y una experiencia energética transformadora”.
Con ella, según apuntó BlackRock, se podrá evaluar mejor tanto los riesgos como las oportunidades de Exxon que se presente en la transición energética ya en marcha.
“Es un momento histórico para Exxon y para toda la industria, que va a acelerar la necesaria transformación del sector”, asegura en declaraciones recogidas por ‘Financial Times’, Andrew Logan, director senior de gas y petróleo de Ceres, miembro de Climate Action 100+.
“Nada hace centrarse más a un directivo que la posibilidad de poder perder su puesto de trabajo. Hoy ese riesgo se ha vuelto muy real”, ha añadido en las citadas declaraciones.
Quienes entran en el consejo son Gregory Goff, ex consejero delegado de una compañía de refino, Andeavor; y Kaisa Hietala, exdiretiva del sector del refino pero en una de las compañías enfocadas en el diésel renovable, Neste. De momento, Exxon no ha hecho públicos los porcentajes de voto de las votaciones de esta cita con sus inversores.
Una nueva jugada activista para presionar a Chevron
Pero Exxon y Shell no son las únicas petroleras que acaban de ver cómo la presión de los inversores marca su camino a seguir.
Otra estadounidense, Chevron, también ha vivido una situación similar en su junta de accionistas de este miércoles. En ella, más de un 60% de los accionistas han respaldado que la compañía no sólo marque una hoja de ruta de reducción de emisiones propias, sino que también trabaje para ayudar a reducir las de los clientes que compran sus combustibles.
Estas emisiones estarían dentro del Alcance 3 -las que no dependen directamente de la actuación de una compañía y donde también se incluyen las de los proveedores- que son las más complicadas de afrontar por las propias compañías y que se suelen dejar para la recta final del objetivo de descarbonización, más cerca de 2050.
En este sentido, el consejero delegado de Chevron, Mike Wirth, justificaba en declaraciones a Bloomberg que la compañía ya está trabajando en todos los frentes a su alcance. “Trabajamos en todo, ya ofrecemos diésel renovable, gas natural renovable y aceites. Y estamos avanzando en productos para rebajar las emisiones en la aviación y en hidrógeno”, resumió.