Los esfuerzos de Europa por regular desde la neutralidad de carbono hasta la desigualdad social fueron aclamados en su día como ejemplo a seguir en el resto del mundo. Ahora están en la cuerda floja. Las primeras fichas del dominó empiezan a tambalearse mientras la región sopesa su reacción a la ola de desregulación global desatada por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

En la indicación más clara hasta ahora de este enfoque revisionista, la Unión Europea (UE) propondrá reducir varios requisitos de informes ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), que han sido criticados por imponer costos de cumplimiento significativos a las empresas con beneficios limitados.