Donald Trump es conocido por admirar al presidente del siglo XIX William McKinley, a quien atribuye la mejora de EEUU «a través de los aranceles y del talento». Ahora hay otra conexión. La reserva nacional de criptomonedas propuesta por Trump, incluyendo al bitcoin y solana centrada en memecoins, es una reminiscencia de la lucha por un sistema monetario respaldado por la plata y el oro en la época de McKinley. Hoy en día, el peligro es el de una burbuja especulativa con riesgos para el dólar estadounidense, a lo que se suman los aranceles al estilo de McKinley.

Una reserva de criptomonedas es territorio desconocido para cualquier país, y mucho menos para Estados Unidos, y Trump ha sido vago en cuanto a los detalles. Sin embargo, su lenguaje va más allá de la creación de una reserva de bitcoins o de la retención de los 17.000 millones de dólares en criptomonedas incautados por la policía estadounidense. Su cita explícita de otros tokens como ripple sugiere una compra gubernamental sin precedentes de monedas digitales que son enormemente volátiles y han estado sujetas a escrutinio regulatorio.