Durante décadas, la gestión de la riqueza ha sido cosa de hombres. De varones que toman las decisiones asesorados por otros varones, pues el género masculino es mayoritario en la industria de la gestión de activos. 

Pero el proceso de empoderamiento que han protagonizado las mujeres en otras facetas de la vida ha llegado también al ámbito del patrimonio. Ya sea por circunstancias familiares –un divorcio, una herencia o la muerte del marido– o por preferencias personales, cada vez son más las féminas que están tomando las riendas de su fortuna, dejando obsoletos muchos tópicos que habían imperado hasta ahora.