La convergencia interrumpida
Cualquier plan de convergencia para la economía española debe centrarse en el incremento de la productividad y el aumento del empleo
El Gobierno ha presentado recientemente el informe «España 2050», que valoro positivamente. Y es que la situación futura, pese a que la aleatoriedad tenga su influencia, será consecuencia, en una parte nada desdeñable, de las decisiones que hayamos tomado en el momento presente, al igual que la posición actual trae causa de opciones elegidas en el pasado.
Y para bosquejar el futuro, nada mejor que aprender del pasado.
Uno de los mejores conocedores de la historia de la economía española, el profesor Prados de la Escosura, destaca que entre 1850 y 1950 la economía española quedó claramente rezagada respecto a los países occidentales. Pero a partir de ese año y hasta 1973, especialmente desde 1960, las diferencias se acortaron notablemente. Y desde aproximadamente 1980 este proceso de convergencia se ha agotado.
En igual sentido se pronuncian los profesores Andrés y Doménech, quienes estiman que la renta per cápita española pasó de niveles inferiores al 60 por ciento de la media de las ocho mejores economías europeas en 1960, al 80 por ciento de esa media en 1980.
La convergencia se interrumpió desde entonces, de modo que en las últimas cuatro décadas hemos estado oscilando entre el 70 y el 80 por ciento ampliando la brecha en las recesiones y cerrándola en expansiones. Reiniciar el proceso de convergencia con estos países de referencia no es un sueño inalcanzable, sino que puede ser el resultado de un plan a largo plazo bien trazado.
Este plan debe apoyarse en dos variables que poseen un elevado potencial de mejora y que además tienen una notable interrelación entre sí: el incremento de la productividad y el aumento del empleo.
Ambas variables son muy sensibles al capital humano, por lo que la mejora de la educación y de la formación continua es el punto de partida necesario e ineludible; los informes internacionales muestran que el potencial de mejora es amplio en este campo.
Además de la educación, las pobres cifras de productividad y de empleo en España son consecuencia de unas estructuras económicas que no están adecuadamente ajustadas a los tiempos actuales, por lo que lo ideal sería reformarlas haciéndolas más idóneas: mercado de trabajo, mercado interno, mejora de la instituciones, eficiencia del sector público, tamaño de empresas o formación profesional, por citar las más importantes.
El momento actual es excepcional, porque estas reformas estructurales, que están identificadas por un amplio consenso de economistas y por la Unión Europea, pueden financiarse con los fondos NextGenEu, que también las exigen como contrapartida a esta ayuda.
El camino es largo, pero como dijo Churchill, el esfuerzo continuo, no la fuerza o la inteligencia, es la llave para desatar nuestro potencial. No volvamos a perder el futuro, como ocurrió en el siglo XIX.