Argelia-Marruecos: problemas con la espita del gas
En una de sus declaraciones menos afortunadas, la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, ironizaba a mediados de agosto sobre «convencer a Putin para que bombee más gas» con el fin de contener el imparable precio de la electricidad. Salvo que fuera por razones retóricas (el presidente ruso es más conocido que el argelino, Abdemadjid Tebboune), sorprende que la ministra de Transición Ecológica aluda a Rusia al hablar del gas natural que consume nuestro país cuando sabe que debería referirse al Magreb, de donde proviene y transita la mitad del que se importa. Y es allí donde se libra un nuevo conflicto diplomático, esta vez entre Argel y Rabat, que reaviva, pocos meses después de la crisis ceutí, la volatilidad de la frontera meridional de España.
El 12 de agosto, Argel rompía relaciones diplomáticas con Rabat tras varias semanas de recriminaciones. El ministro de exteriores argelino, Ramtane Lamamra culpó a su vecino de escalar las «acciones hostiles» contra su país. Entre ellas, apoyar a los insurgentes bereberes de la Kabilia, incitar los tremendos incendios forestales que provocaron 65 muertos en esa región a principios de mes, ofenderlo en las Naciones Unidas y librar una «guerra mediática» contra su gobierno. Rabat replicó utilizando el tono, entre duro y condescendiente, con que viene refiriéndose a su vecino oriental: «La decisión se basa en absurdas falsedades» y «aunque injustificable, era esperable».