Rankings: el momento de la elección
Las clasificaciones ayudan a seleccionar el máster, pero no debe ser el único criterio
Casi con toda seguridad la filosofía que subyace en universidades y escuelas de negocio a la hora de diseñar y programar un máster es la misma que allá por el siglo XIX promulgó el biólogo inglés Thomas Huxley: «Intentar aprender algo sobre todo y todo sobre algo». Lo anterior bajo un objetivo común que no es, ni más ni menos, que mejorar la empleabilidad tanto de profesionales como de recién egresados y, por extensión, incrementar la competitividad de las empresas, de los sectores y economías en las que se ubican.
Lo cierto es que contar en el currículum con una maestría es uno de esos valores añadidos que hacen que las compañías inclinen la balanza hacia uno u otro candidato. Fijémonos, si no, en los datos. Según la encuesta de inserción laboral de titulados universitarios del año 2019 (última publicada) elaborada por el INE (Instituto Nacional de Estadística) -que mide la tasa de empleo y actividad de los graduados universitarios y titulados de Máster del curso 2013–2014-, el 87, por ciento de los magísteres contaban con un puesto de trabajo, más de un punto por encima de quienes sólo disponen del título de grado universitario.