El bache de la inversión verde con pedigrí
Si Gore y sus socios tienen dificultades para cumplir con sus ambiciosos objetivos medioambientales y financieros, ¿podrá alguien hacerlo?
Pocos han hecho más que Al Gore para galvanizar a la opinión pública sobre el cambio climático. El documental «Una verdad incómoda», del ex vicepresidente estadounidense, ganó un Oscar. Compartió el Premio Nobel de la Paz por su trabajo sobre el cambio climático. Y ha formado a decenas de miles de activistas para concienciar sobre la amenaza del calentamiento del planeta. Dirigiéndose a los plutócratas reunidos en Davos (Suiza) el año pasado, Gore tronó con el fervor de un predicador baptista: «¿A quién le importa que nuestros hijos y nietos nos maldigan y nos pregunten: ‘En nombre de Dios, en qué estabais pensando? Teníais la capacidad de detener este infierno en la Tierra’».
Menos conocido es su esfuerzo durante las dos últimas décadas por demostrar la compatibilidad del capitalismo y la sostenibilidad. En una callejuela de Londres, detrás de las pantallas gigantes y los turistas que pululan por Piccadilly Circus, se encuentran las oficinas de Generation Investment Management. La empresa que cofundó Gore ha cosechado en silencio algunos de los mayores beneficios de la inversión sostenible. Sin embargo, el año pasado fue más duro. Su mayor fondo se desplomó un 28 por ciento -al igual que los fondos de la competencia- mientras los mercados se tambaleaban por la invasión rusa de Ucrania, las crisis de la cadena de suministro y la inflación. (Gore lo califica de «pequeño bache» en el rendimiento del sector).