Mientras la crisis energética europea entra en su cuarto año, los responsables de las políticas de la región se enfrentan a una difícil elección: apostar por una mejora en el suministro de gas natural, que hará bajar significativamente los precios para el próximo invierno, o gastar el dinero de los contribuyentes para reponer los tanques de almacenamiento este verano a unos precios hoy por hoy elevados. Los riesgos de equivocarse y quedarse sin existencias superan el coste de reponer los inventarios; la esperanza no es una estrategia.

El Gobierno alemán, por ejemplo, está considerando gastar cientos de millones de euros, tal vez incluso miles de millones, para comprar gas natural y restaurar el colchón energético del país. Es una elección terrible, con riesgos para ambas partes, pero más vale prevenir que curar debería ser el mantra rector. Reponer las reservas de gas de la región antes del próximo invierno es una suerte de seguro: se paga la indemnización sin esperar presentar una reclamación. De lo contrario, el continente pasará los próximos meses en un aprieto.