Los gigantes estatales devoran los mercados globales

El gran gobierno ha vuelto: lo ha hecho como propietario, financiador, inversor y supercapitalista polivalente. Ahora toca trazar una línea clara entre el capitalismo de Estado “bueno” y el “malo”, tarea nada fácil en esta era populista

Esta figura de un T-Rex en las puertas del Museo Australiano de Sidney representa la metáfora del capitalismo de Estado.

Los expertos seguimos esforzándonos para encontrar un nombre adecuado a nuestra era. La actual. La “era del posliberalismo” corre el riesgo de definir algo por su ausencia. La “era del gran gobierno” contradice el hecho de que el gobierno ha ido creciendo durante décadas. “Revolución” y “transformación” son términos tan genéricos que carecen de significado. En una columna reciente, lancé la idea de la “era del monopolio”. Tras leer un nuevo libro de dos académicos –El espectro del capitalismo de Estado, de Ilias Alami y Adam Dixon–, me siento con ánimos para sugerir una nueva alternativa: “la era del capitalismo de Estado”.

Alami, economista de desarrollo de la Universidad de Cambridge, y Dixon, que ocupa la cátedra Adam Smith de capitalismo sostenible en la Escuela de Negocios de Edimburgo (parte de la Universidad Heriot-Watt), presentan algunas cifras asombrosas para demostrar cuán rápidamente ha crecido el capitalismo de Estado en el siglo XXI. Los fondos soberanos de riqueza (SWF, por sus siglas en inglés) controlaban más de 11,8 billones de dólares en 2023, superando a los fondos de cobertura y las empresas de capital privado en conjunto, frente a un billón de dólares en 2000.

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