He aquí una verdad económica de la que los detractores de los combustibles fósiles rara vez hablan: la industria petrolera estadounidense ha hecho más para reducir el déficit comercial de su país que cualquier otra.

Gracias a la suerte geológica, la destreza en la ingeniería y un capitalismo astuto, la revolución del esquisto convirtió lo que hace dos décadas era un déficit comercial petrolero de casi 400.000 millones de dólares al año en un superávit de 45.000 millones de dólares en 2024. Ahora, Donald Trump, en teoría el campeón del "perforar, perforar, perforar", corre el riesgo de acabar con este logro.