La sociedad enfangada: cómo enfriar la polarización
El auge de la desinformación en redes sociales desafía al periodismo tradicional, clave para garantizar la información veraz y confiable
La tragedia de la dana ha puesto al límite las sensibilidades de la opinión pública española. A veces piensas que los bulos y las noticias falsas solo se las tragan las personas con predisposición a la toxicidad, pero me quedé en shock cuando, en una cena en Madrid, me preguntaron dos amigos si las cifras de muertos en Valencia eran ciertas.
A esto sumo una conversación con un empresario de Málaga: me aseguraba que habían pillado a reporteros mintiendo y diciendo que no había muertos mientras se veían «dos cadáveres detrás». Un fake como una casa.
La indignación social combinada con dosis de intoxicación y bulos ha generado un clima preocupante, guerracivilista y antisistema en las mentes de algunos españoles, azuzado desde las redes sociales. Obviamente, razones para la indignación no faltaron, sobre todo, cuando vimos en directo que Susanna Griso y su equipo de Espejo Público llegaron a la zona cero de la tragedia antes que los servicios de emergencia.
Musk está encantado con la idea de eliminar a los medios para que reine el caos informativo y crezca X
Lo allí vivido solo se resume con dos palabras: «desamparo» y «descoordinación». El día en el que los vecinos increparon en Paiporta a Pedro Sánchez, Carlos Mazón y a los reyes de España se alcanzó uno de los picos de tensión social más altos de nuestra historia reciente con insultos televisados contra la clase política y la Casa Real. La situación fue equiparable a los intentos de secesión del lumbreras de Carles Puigdemont en Cataluña en 2017 con gran parte de la población crispada.
Es, precisamente, en este clima de caos cuando la desinformación y la intoxicación dominan sin control. La RAE incluye en su definición de «intoxicar» una acepción pertinente para los tiempos que corren: «Dar un exceso de información manipulada con el fin de crear un estado de opinión propicio a ciertos fines». Y, lo que es más grave, muchos usuarios de redes también desinforman sin fines claros.
La trampa
La democratización del acceso a producir y emitir contenidos desde redes sociales ha generado más inmediatez informativa si cabe gracias al periodismo ciudadano. Pero este concepto es un arma de doble filo. Es fabuloso que cualquier persona pueda comunicar, contar historias en directo o relatar un suceso a través de TikTok o X. Cualquier persona con un teléfono móvil tiene capacidad de ser un emisor y creador de contenidos a través de cualquier red social.
Elon Musk está encantado ante la idea de eliminar a los «legacy media (medios tradicionales)» para que reine el caos informativo y crezca la polarización y, por tanto, las interacciones en una red social que ha comprado por 44.000 millones de dólares.
Pero la eliminación de los periodistas y medios lo único que conllevaría sería obviar a los profesionales que determinan con criterios informativos lo que es o no relevante y lo que es o no una verdad contrastada. Dejar en manos de algoritmos el espejo de la realidad de lo que sucede es, cuanto menos, peligroso.
Muchas veces escuchamos que lo que pasa en redes no representa la realidad, pero son el caldo de cultivo del caos informativo. Es preocupante comprobar que las noticias falsas procedentes de redes sociales triunfan ante una sociedad cada vez más permeable ante argumentos conspiranoicos.
Si no existieran medios de comunicación responsables y no polarizados, ¿qué hubiese pasado en plena pandemia?
Ante este contexto de superexposición audiovisual a todo tipo de contenido, es cuando son más necesarios que nunca los «curadores» profesionales de información. Y quizá detrás de este fenómeno esté el motivo por el que los informativos de Antena 3 TV sean los contenidos más vistos de la televisión en España. Los ciudadanos tienen acceso a miles de interacciones y pueden crear información y opinión, pero necesitan que alguien confiable como Sandra Golpe o Vicente Vallés (presentadores de Antena 3 Noticias) les resuma en 20 o 30 minutos qué es lo más destacable que ha pasado en las últimas horas.
Afortunadamente, un informe de la patronal televisiva UTECA desvela que ocho de cada 10 españoles creen que la televisión, la prensa y la radio frenan la circulación de noticias falsas y que son los canales por los que la ciudadanía recibe la información más veraz, confiable y contrastada (TV, 53,2%; radio, 41,5%; prensa, 40,4%), por delante de las redes sociales (10,4%) y las plataformas (4,3%). Pero es lógico que las personas nativas de las redes, cada vez más, confíen en su nuevo star system digital.
Y, ojo, que con este artículo no trato de demonizar a las redes, que nos han traído cosas buenas como la inmediatez, la pluralidad de puntos de vista y nuevos creadores de opinión. Aunque, obviamente, hay que replantearse el control de las personas que, sin identificarse en redes sociales bajo falsos perfiles, hacen daño difundiendo bulos.
El verdadero periodista
En este ámbito de polarización digital, nos encontramos ante la llegada de algunos «medios» con planteamientos ideológicos más extremos y con una forma de comunicar criticada por compañeros de profesión y por políticos que no contestan sus preguntas porque «solo responden a periodistas», pero cuyos gabinetes de prensa han autorizado su acreditación al Congreso de los Diputados.
Entiendo que las instituciones y los organismos están teniendo problemas a la hora de determinar quién es un informador y quién no. Y por eso planteo una solución o idea que podría dignificar la profesión: que solo se acredite a los medios y periodistas que estén inscritos y avalados por la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España). Y que el incumplimiento reiterado de su código ético tenga como consecuencia la expulsión y, por tanto, la no obtención de acreditaciones en organismos públicos y/o privados.
Si no existieran medios de comunicación responsables y no polarizados, ¿qué hubiese pasado en plena pandemia? Ninguna cadena de televisión nacional mandó mensajes de rebeldía o insumisión a las indicaciones del Gobierno para salvar vidas. ¿Nos imaginamos una sociedad en manos solo de las redes sociales y de todo lo que emana de ellas sin filtros? El periodismo es más necesario que nunca y el reto de los futuros comunicadores pasa por demostrárselo a la población día a día con mayor exigencia si cabe.
Como en todas las profesiones, nos equivocamos a veces, pero la ciudadanía debe saber que trabajamos con responsabilidad y compromiso al margen de las presiones del poder que podamos recibir diariamente.
● Este artículo forma parte del número de Inversión El 2025 por delante, publicado el 25 de noviembre en papel y el 15 de diciembre en epaper en edición extendida exclusiva para suscriptores.
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