Un viñedo y la sutileza implacable del cambio climático
La situación del cambio climático se puede resumir con las tan manidas «dos noticias»: una mala y una buena. La mala es que la Tierra se encamina mucho más deprisa de lo que pensábamos hacia un desastre de tremendas proporciones. La buena –relativamente, claro— es que presenciamos a diario las dramáticas imágenes de esa aceleración: incendios devastadores, temperaturas extremas, inundaciones. Quizá por ello, el mundo haga más caso que hasta ahora al último informe global sobre el clima si queremos preservar la vida que conocemos. El documento declara un «código rojo para la humanidad», en palabras del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres. La alarma no se puede ignorar ni un minuto más. Empezando por España, ubicada en una de las regiones del planeta más amenazadas.
El sexto informe de Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), presentado el lunes 9 de agosto, es demoledor. No solo por lo que dice, sino por cómo lo dice. Elaborado por centenares de científicos en todo el mundo, su publicación exige el consenso de los más de 190 gobiernos que lo suscriben. El hecho de que su lenguaje sea tan duro –«daños irreversibles», «efectos inevitables»— indica que los hechos son tan incontestables, que superan todas las cautelas esgrimidas por los países y los sectores productivos más reticentes a actuar con celeridad.