El lado oscuro del congreso del PP
La intrahistoria de la entronación de Feijóo está salpicada por decepciones, esperas tensas, despachos convertidos en celdas y hasta intoxicaciones
Detrás de los mensajes de unidad, los aplausos al líder y la fiesta generalizada, en el Partido Popular se respiraba desasosiego durante su fin de semana en Sevilla. Mientras en el escenario del plenario del congreso nacional todo era una piña y un conjuro para convertirse, ahora sí, en alternativa creíble a Pedro Sánchez, los pasillos del Palacio de Congresos y Exposiciones de la ciudad hispalense eran un criadero de rumores, algunas caras descompuestas junto a otras muchas eufóricas y, sobre todo, murmuraciones y cotilleos sobre el porqué de los que ganan y la depresión de los que pierden.
El PP sale reforzado tras la gran crisis, sí, pero las heridas están ahí y muchas quedan abiertas.
Entre los más de 3.000 compromisarios que se dieron cita en Sevilla para elegir presidente a Alberto Núñez Feijóo no estaba el exsecretario general Teodoro García Egea. Cuentan en el PP que justo antes de que dimitiera, Pablo Casado tuvo que pedir permiso a la dirección del Grupo Popular en el Congreso para que tanto él como su número dos pudieran asistir a la sesión de control al día siguiente. «Presidente, a ti te vamos a recibir con cariño, pero no respondemos de la integridad física de Teo». Así estaba el ambiente en las filas del PP en su «semana trágica».
García Egea, claro, no acudió a esa sesión, pero sí ha vuelto a los plenos, relegado a la quinta fila del hemiciclo, muy cerca de su gran enemiga, Cayetana Álvarez de Toledo. Sin embargo, no estuvo en Sevilla. Muchos creen que, desde la sombra, planea su contraataque y su regreso a la cabeza de un grupo de dirigentes agraviados por quedarse fuera en el reparto de poder de Feijóo. Y no son pocos.
La pedrea
El congreso de Sevilla ha consagrado una bicefalia de poder en el PP. Feijóo es el «jefe», pero desde el primer momento queda claro que el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, mandará y mucho. Solo en la cúpula de Génova ha colocado a dos de sus hombres de máxima confianza, Elías Bendodo y Juan Bravo, éste al frente del área más importante, la económica. Feijóo y Moreno llegaron juntos al congreso y no se separaron hasta su clausura. «El PP de España entra en modo Andalucía desde ya», avisó Bendodo.
«A ti te vamos a recibir con cariño Pablo, pero no respondemos de la integridad física de Teo»
Feijóo y Moreno son los ganadores, Ayuso jugaba en otra liga, la de su congreso del PP de Madrid, y los otros dos barones, Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León), con su pacto recién firmado con Vox, y Fernando López Miras (Murcia), muy ligado de siempre a García Egea, tuvieron que conformarse con la pedrea.
Fue la tercera despedida de Casado. Antes había dicho adiós en el Pleno del Congreso y en la Junta Directiva del PP, y quiso alargar su agonía un mes más para despedirse en el mismo foro en el que fue aupado a la gloria pepera, el congreso nacional.
A Casado le hicieron un hueco en el programa de Sevilla entre los expresidentes Aznar y Rajoy y el discurso de presentación de candidatura de Feijóo. Llegó por la tarde, cuando estaban hablando en el plenario los barones, los mismos que se unieron para echarle sin contemplaciones.
Tensión antes de entrar
Pablo Montesinos, el único de su núcleo duro que se mantuvo junto a él hasta el final, le esperó a la puerta del Palacio, y se unieron a la nueva secretaria general, Cuca Gamarra, incluida por el exiguo equipo de Casado en la lista de «traiciones», y el coordinador general, Elías Bendodo. La tensión entre los tres, durante los minutos de espera que se hicieron eternos, fue incómoda para todos.
Por fin llegó Casado acompañado de su mujer, Isabel Torres, quien mantuvo el tipo en todo momento y que, aseguran fuentes que la conocen, está mucho más indignada que su marido por todo lo que ha pasado. Que no engañen las sonrisas, la procesión iba por dentro.
De Casado comentan en el PP que aún no ha superado el golpe, que está «muy tocado» y que lo peor para él empezaba esta misma semana, cuando de pronto ya no pinta nada. Su mujer no ocultó su enorme enfado en las charlas que mantuvo con alguno de los presentes por las «traiciones» que había sufrido «Pablo» y por el trato que había recibido. Y tampoco pudo evitar que se le saltaran las lágrimas al contarlo.
El nuevo PP los llevó a un despacho del Palacio de Congresos mientras hablaba Ayuso en el plenario. Allí, junto a su mujer, Montesinos, el jefe de gabinete de Casado, Diego Sanjuanbenito, Ana Camins y su equipo de comunicación estuvo esperando a que le permitieran entrar, mientras veía las intervenciones en una televisión. Casado tampoco escuchó a Aznar en directo. «Dónde quiera que esté, gracias Pablo por tu esfuerzo», soltó el expresidente. Al fin, Feijóo fue a buscarle y ambos entraron juntos, entre aplausos que sonaban a consolación.
Dos besos
Casado saludó a Ayuso con dos besos. Fue un momento gélido, pero educado, y en seguida ambos miraron para otro lado. Ya no tienen nada que decirse. Esa noche, Casado cenó con sus fieles por el centro de Sevilla. Muchos no entendieron que volviera al día siguiente al congreso, ni que subiera al escenario y se pusiera al lado de Feijóo cuando celebraba su victoria, ante la visible incomodidad de éste.
Pero a la salida se dio un baño de selfies: tardó una hora en poder salir del recinto, algo que le reconfortó. Un periodista le preguntó: «¿Qué vas a hacer a partir de ahora?» Su respuesta fue lacónica: «Vivir». Unas horas después formalizaba su renuncia al acta de diputado en el Congreso.
Torres está mucho más indignada que su marido, Casado, por las «traiciones»
Feijóo hizo piña con los barones durante todo el congreso. El viernes comió con su equipo de colaboradores, reducido y hermético, y el sábado compartió mesa y mantel con todos los presidentes regionales del PP. El respeto a la diversidad territorial es una de las claves del nuevo PP.
Las noches fueron libres, sobre todo la del sábado, en la que algunos dirigentes, con José Luis Martínez-Almeida, Jorge Azcón y Carlos Mazón, se unieron a los periodistas en el terraceo sevillano. Almeida, por cierto, ha salido del núcleo duro, pero se queda en el Comité Ejecutivo Nacional gracias a Ayuso, como se encarga de recordar ella misma. Las comidas de los compromisarios dejaron algún intoxicado en el PP de Madrid.
El régimen de terror
La crisis del PP ha tumbado a Casado, pero ha dejado jirones en el liderazgo de Ayuso. Sigue atrayendo masas como si de una estrella de rock se tratara, pero dentro de su partido ya nada es lo mismo. Comentan dentro del PP que su discurso en el congreso fue flojo, que ya no revienta el «aplausómetro» y que, sobre todo, en Madrid se ha creado una especie de «régimen de terror» entre los alcaldes y segundos niveles ante la mano de hierro que ven avecinarse.
Su relación con Feijóo será una de las claves del nuevo PP. «Ambos quieren la paz, pero la política da muchas vueltas», aseguran en un partido renovado de pies a cabeza en apenas un mes.
Sonrisas y lágrimas en el congreso del «reinicio»
En el vestíbulo del Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla bullía la alegría entre las delegaciones territoriales. Los gallegos cantaron a Feijóo «a rianxeira», camino de convertirse en el nuevo himno no oficial del PP, y el líder del partido les correspondió con unas palabras en gallego durante su discurso. «Bilingüismo cordial», explicó. Era la primera vez que se utilizaba una lengua cooficial en un congreso nacional del PP.
Todos lo vieron con normalidad y a un paso estuvo más de uno de confesar que ya habla gallego en la intimidad. Los nuevos vicesecretarios caminaban tranquilos y serenos, sin que el resto supiera que Feijóo les había comunicado desde el jueves sus puestos en la cúpula del partido.
Algunos de los más felices eran los veteranos, como Rafa Hernando, Carlos Floriano, Fernando Martínez Maíllo y Alfonso Alonso, relegados por el anterior PP y que ahora ven de nuevo la puerta abierta. «Me siento como si volviera a casa», confesó uno de ellos, y los demás asintieron. Otro de los más felices fue el expresidente extremeño José Antonio Monago, finiquitado por Casado y Egea y que, de la noche a la mañana, ha visto cómo tenía un puesto en el núcleo duro de Feijóo.
Junto a ellos, las caras largas, incluso descompuestas, y no eran pocas. «Roma no paga a traidores», susurraban algunos apuntando a los que más rápido se apartaron de Casado tras formar parte de su equipo, y ahora no han conseguido ni un premio de consuelo. Entre ellos, sus siete amigos que firmaron la carta en el Congreso que fue como un misil letal contra él. ● Un artículo de Mariano Calleja