El reto de descongelar el negocio del Everest
Nepal pone fin a siete meses de prohibición de viajes y vuelve a acoger a alpinistas pero, ¿irán? El turismo es el 8 por ciento del PIB
Tras la decisión de cerrar sus montañas a alpinistas el pasado marzo como consecuencia de la pandemia del coronavirus, Nepal trata ahora de reactivar la economía que se desarrolla en torno al Everest. Sin embargo, parece bastante claro que el año 2020, que las autoridades bautizaron como el «Año para visitar Nepal», va a ser un fracaso total.
Este minúsculo país cuenta con 8 de los 14 picos más altos de la Tierra. El turismo representó casi un 8 por ciento de su producto interior bruto en 2018, según datos del Consejo Mundial de Viajes y Turismo con sede en Londres, y el sector ofrece trabajo a más de un millón de personas. Solo las expediciones al Everest generaron más de 300 millones de dólares el año pasado.
El Gobierno de Nepal había establecido un objetivo ambicioso de conseguir 2 millones de visitantes durante este año, casi el doble de los que registraron en 2019. Sin embargo, el número de llegadas de octubre ascendió a 180.131, por oposición a las 795.199 del mismo periodo del año pasado.
Las autoridades prohibieron todos los vuelos internacionales en marzo por miedo a que el coronavirus pudiese poner en jaque al limitado sistema sanitario del país (con 29 millones de habitantes, Nepal registra aproximadamente 213.000 infectados de Covid-19 y 1.259 fallecidos a fecha de 17 de noviembre). El Ministerio de Cultura, Turismo y Aviación Civil autorizó la reanudación de los vuelos en septiembre, aunque con diversas restricciones. No obstante, los montañeros y alpinistas no pudieron acceder al país hasta mediados del mes pasado.
Los recién llegados deben presentar una prueba negativa de Covid-19 realizada en las últimas 72 horas y se les exige realizar una cuarentena en un hotel durante siete días antes de poder ir al monte. También deben contar con un seguro que cubra la posibilidad de contraer el virus durante su estancia en el país, de forma que el Gobierno no tenga que hacerse cargo del coste de sus cuidados.
A pesar del levantamiento de la prohibición de vuelos, hay pocas esperanzas de que Nepal vaya a compensar su caída del sector turístico en lo que queda de año. La primavera es la temporada alta del Himalaya y solo el 10 por ciento de las llegadas a la cima tienen lugar durante el otoño, según la base de datos del Himalaya.
La gran atraccción
Las expediciones montañeras cuentan con una oferta de más de 320 picos, pero el Everest sigue siendo la atracción principal. El año pasado generó 4 millones de dólares en permisos, cuatro veces más que el resto de picos en conjunto. Las expediciones que se proponen coronar esta cumbre de 8.849 metros solo reciben autorización para 15 alpinistas como máximo por permiso, con un coste por cabeza que va de los 35.000 dólares a más de 100.000 dólares. Este importe incluye el transporte dentro de Nepal, las provisiones, las tiendas del campo base y otros equipos, así como los sueldos de los guías de montaña, porteadores y cocineros.
Nadie depende más de la economía del Everest que los más de 100.000 sherpas que viven en Nepal, famosos por su capacidad para trabajar a gran altitud, donde el oxígeno escasea.
Las expediciones suelen contratar a un sherpa por cada montañero. Durante la temporada de montaña de primavera, que comienza en mayo y finaliza en torno a la primera semana de junio, un sherpa puede ganar entre 6.000 y 12.000 dólares, una cifra nada desdeñable en un país en el que el salario mínimo mensual es de 200 dólares. El peligroso trabajo que llevan a cabo estos guías incluye la instalación de unas 40 escaleras y más de 12 kilómetros (7,5 millas) de cuerda para asegurar una vía que atraviese el glaciar Khumbu en deshielo. Por su parte, un sherpa cocinero que trabaja en el campo base puede ganar unos 2.000 dólares, mientras que los porteadores que llevan el equipaje y los suministros para los campos a pie reciben unos 1.000 dólares por temporada.
Nadie depende más de la economía del Everest que los más de 100.000 sherpas que viven en Nepal
La mayoría de los sherpas apenas han tenido ingresos este año. «He pasado los últimos siete meses en mi pueblo, ayudando a mi madre en los cultivos de patatas, trabajando en el mantenimiento de mi casa y en otras actividades por el estilo. Ha sido muy difícil», afirma el sherpa Phurba Tenzing, un conocido guía de montaña que cuenta con un historial de 14 ascensos y es el director general de la compañía de aventuras nepalí Dreamers Destination Trek and Expedition. Algunas compañías de expediciones han puesto en marcha campañas de captación de fondos en la plataforma GoFundMe para recabar ayudas destinadas a porteadores, cocineros y guías.
Existe la posibilidad de que la sequía de turistas de este año se convierta en diluvio el año que viene, lo que podría tener unos resultados desastrosos. El Gobierno, que no limita el número de alpinistas en el Everest, emitió un número de permisos récord en 2019, lo que provocó masificaciones cerca de la cima que fueron parte de la causa de 11 fallecimientos.
Aluvión de turistas
«Tengo la sensación de que en 2021 habrá un aluvión de alpinistas, ya que muchos de los que habían planificado su ascenso para 2020 lo han tenido que posponer como consecuencia de la pandemia», explica el sherpa Ang Tshering, presidente de la Asociación de Montaña de Nepal. No obstante, considera que el riesgo de masificación se puede mitigar, ya que afirma que «los atascos del Everest de los años anteriores se debieron a una falta de coordinación entre operadores de expediciones y autoridades gubernamentales en el campo base».
Al mismo tiempo, le preocupa que las dificultades económicas que atraviesan EE.UU., Europa y el resto del mundo puedan provocar una caída de las reservas si los montañeros se encuentran con problemas a la hora de conseguir fondos de empresas patrocinadoras para sufragar el ascenso. «Diría que tengo sensaciones contradictorias pero, al mismo tiempo, sigo siendo optimista de cara a 2021». ● Un reportaje de Pablo Robles