Entre Vox y la España vaciada
Casado y García Egea no pueden admitir públicamente el binomio PP-Vox. Pero Díaz Ayuso abrió definitivamente el melón en Castilla y León
El Partido Popular convocó elecciones anticipadas en Castilla y León en el convencimiento de que serían la lanzadera de su presidente hacia La Moncloa. Sin embargo, a medida que la campaña avanza hacia su final, las encuestas arrojan dudas sobre esa estrategia. En la noche del 13 de febrero se comprobará si Pablo Casado acertó en hacer de los comicios un ensayo previo a las futuras elecciones generales. Y también indicarán si la eclosión de los partidos localistas es un fenómeno pasajero surgido al calor de una frase -la España vaciada- o una realidad con la que deberán contar los partidos nacionales mucho más que hasta ahora.
El PP comenzó la campaña con el viento de cola. Las inoportunas declaraciones del ministro Alberto Garzón y la tensión general del ambiente político sirvieron para que Alfonso Fernández Mañueco y Pablo Casado tiñeran su discurso con un ruralismo de trazo grueso, expresado con al menos una visita diaria a alguna explotación agrícola o ganadera. Pero al entrar en la semana final de la campaña, las encuestas indicaron que algo no iba bien. El fiasco de la votación de la reforma laboral y la forma en que el equipo de Casado lo ha gestionado, introdujo una disonancia negativa en la oferta ‘popular’.
Nerviosismo en el PP
El aviso no solo lo dio el Centro de Investigaciones Sociológicas, muy desacreditado desde que lo dirige José Félix Tezanos, sino las encuestas efectuadas por otros institutos demoscópicos difundidas en medios de inclinación diferente. Solo el CIS puso al PSOE por delante del PP, pero las demás confirmaban lo peor que le puede pasar a un partido cuando afronta unas elecciones: que su impulso -el ‘momentum’ al que tanta importancia atribuyen los gurús de los partidos- se ha estancado en lugar de afianzarse.
El origen de esa tendencia hay que buscarlo en varios factores. La competencia de Vox en el universo de la derecha, una cierta recuperación del aliento socialista y las dudas de quienes votaron en el pasado a Ciudadanos sobre a quién votarán ahora. Pero lo que aparece de manera más notable es la eclosión -o la apariencia de eclosión, ya que solo se confirmará cuando se abran las urnas- de los grupos localistas.
El resultado electoral en Castilla y León puede hacer que los partidos localistas sean decisivos otra vez
Todos los grupos de esta categoría (Soria Ya, Unión del Pueblo Leonés, Por Ávila, Vía Burgalesa) que concurren a los comicios tienen posibilidades de lograr presencia, o multiplicarla, en la composición de las Cortes castellano-leonesas que salga de las elecciones. Hasta el punto de que, en alguna combinación futura, podrían ser decisivas a la hora de investir al presidente de la Junta.
La tesis central de Casado es que una victoria que permita a Mañueco gobernar en solitario allanaría esa misma posibilidad en otras elecciones anticipadas en Andalucía y, eventualmente, en unas generales que Pedro Sánchez se vería obligado a convocar antes de tiempo ante la implosión definitiva de la coalición de izquierdas. Hasta ahora, la premisa fundamental de ese escenario era que el ascenso del PP no necesitara apoyarse en Vox para gobernar.
Las últimas especulaciones señalan que la fragmentación del voto propiciada por los partidos localistas puede hacer inevitable el binomio PP-Vox como única opción de la derecha. Sería un abrazo del oso tan fuerte como el que ejerce Podemos sobre el PSOE e igual de capaz de desnaturalizar la tradición del partido.
Díaz Ayuso abre el melón
Casado y García Egea no pueden admitir públicamente esa posibilidad, pero la última intervención de Isabel Díaz Ayuso en la campaña -«prefiero entenderme con el partido de Ortega Lara que con quienes pactan con los que lo secuestraron»- abrió definitivamente ese melón. Que Mañueco haya recurrido a la presidenta madrileña para la última fase de su campaña es revelador de la inquietud que anida en su equipo. Otra cosa, sin embargo, es saber si la ligereza verbal de Ayuso y su poder de atracción benefician más a Vox que a su propio partido.
Y, hablando de frases llamativas, es curioso que Fernández Mañueco haya llegado a comparar los partidos localistas con los independentistas vascos y catalanes. «El localismo es a Castilla y León como el independentismo respecto de España», dijo en Soria, precisamente, donde las encuestas dan a Soria Ya hasta tres diputados regionales sobre los cinco posibles.
Aunque la noción de la España vaciada haya fijado la atención en el fenómeno, las opciones localistas ni son nuevas ni se parecen entre unas y otras. Unas surgen en torno a una persona; otras, en torno a una idea. Foro Asturias, fundado por Francisco Álvarez Cascos (y del que fue expulsado en 2020 por irregularidades económicas que se juzgan estos días), y el Partido Regionalista de Cantabria, de Miguel Ángel Revilla, son ejemplos de la primera categoría. Otras, como Unión del Pueblo Leonés, surgen de una reivindicación: lograr que León, junto a Salamanca y Zamora, se separen la actual comunidad autónoma para formar una nueva comunidad.
La creciente fragmentación del mapa partidario augura que el localismo continuará teniendo impacto en la vida política nacional. Hasta ahora, ese papel ha sido notorio, incluso decisivo, en circunstancias especiales. Tal fue el caso de la investidura de Pedro Sánchez, en enero de 2020, cuando el voto del único diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, inclinó la balanza a favor del aspirante socialista.
Por razones diferentes, Unión del Pueblo Navarro estuvo a punto de adquirir un protagonismo bien diferente cuando dos de sus diputados desobedecieron la consigna de partido y votaron contra la reforma laboral del Gobierno.
La aspiración de los grupos que componen la micropolítica es ser relevantes no solo cuando los partidos tradicionales les necesitan sino en la gestión cotidiana de los asuntos más cercanos a la vida de la ciudadanía: un nuevo hospital comarcal, transporte público eficiente, acceso a servicios... El resultado del 13 de febrero puede marcar un nuevo hito en esa tendencia. O, incluso, hacer que los partidos localistas sean decisivos. Otra vez.
(Des) Unión del Pueblo Navarro
El grupo más veterano de la micropolítica española es Unión del Pueblo Navarro. El partido nació pocos días después de que se aprobara la Constitución de 1978 con el objetivo de bloquear cualquier tentación de aplicar la Disposición Transitoria 4ª de la ley fundamental que abre la puerta a que Navarra se incorpore eventualmente a la comunidad vasca. UPN ha pasado por fases diferentes desde que lo fundara un grupo de personas cercanas a la hoy extinta UCD, encabezados por Jesús Aizpún.
Bajo la influencia de Jaime Ignacio del Burgo se convirtió en la filial ‘popular’ en la Comunidad Foral hasta que, en 2008, rompió con Mariano Rajoy cuando éste decidió refundar el PP en Navarra con Del Burgo como protagonista. En los últimos años UPN ha evolucionado hacia un mayor pragmatismo. Pese a impulsar en 2019 la coalición Navarra Suma con PP y Ciudadanos, en las negociaciones para la aprobación de la Reforma Laboral decidió apoyar al Gobierno a cambio de que el PSOE aprobara 27 millones de euros adicionales al Ayuntamiento de Pamplona que encabeza Enrique Maya.
La ruptura de la disciplina de partido de los diputados Sergio Sayas y Carlos García Adanero ha dinamitado el acercamiento de UPN al PSOE en la Comunidad Foral que preside la socialista María Chivite y generado una crisis interna de consecuencias imprevisibles. El episodio ilustra los riesgos que se corren cuando la micropolítica se involucra en la macropolítica nacional. En un instante, se puede pasar de ser protagonista decisivo a víctima colateral.