Mascarillas en el fondo del mar

La búsqueda de una mascarilla desechable que no contamine se ha convertido en una prioridad para los fabricantes

Desde que comenzara la pandemia, hace ya dos años, la producción mundial de mascarillas se ha disparado hasta los 129.000 millones mensuales, frente a los apenas 8.000 millones estimados en todo 2019. Si bien es cierto que nos han ayudado a protegernos frente al Covid-19, las mascarillas, que a día de hoy están fabricadas en su mayoría de fibras de plástico y pueden tardar cientos de años en desintegrarse, constituyen una amenaza para los seres que habitan en arroyos, ríos y océanos. 

Casi 1.600 millones de mascarillas acabaron probablemente en los mares en 2020, según una hipótesis conservadora de la organización de conservación marina OceansAsia, que estima que alrededor del 3 por ciento de las mascarillas fabricadas ese año acabaron en la basura. Al aire libre, sus fibras se degeneran mucho más rápido que las bolsas de plástico en microplásticos que son imposibles de recoger, lo que las convierte en una amenaza mayor que aquellas, según un estudio de la Universidad del Sur de Dinamarca. 

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