Biodiversidad, ¿por qué tiene que ser una preocupación corporativa?
La pérdida de biodiversidad es un fenómeno global, impulsado por la degradación del hábitat, el cambio climático, la introducción de especies invasoras y otros factores inducidos antropológicamente
Se estima que cerca de un millón de los ocho millones de especies vegetales y animales que hay en la tierra están en peligro de extinción.
Cada vez más, la pérdida de biodiversidad está siendo reconocida como un riesgo sistémico con consecuencias de largo alcance, incluidos los impactos financieros para las empresas de todo el mundo.
De hecho, el Foro Económico Mundial estima que más de la mitad del PIB mundial tiene un grado de dependencia moderado o alto de la naturaleza y sus servicios, por lo tanto, está expuesto a riesgos relacionados con la destrucción de la naturaleza como; por ejemplo, interrupción de las cadenas de suministro o volatilidad en los precios de las materias primas.
Las consecuencias de la pérdida de biodiversidad nos resultan ya algo muy familiar. La pandemia del COVID-19 ilustra hasta qué punto un cambio invisible en la naturaleza puede manifestarse como una crisis socioeconómica global.
Las empresas en la cadena suministro tienen un papel clave para detener la destrucción de la naturaleza
Las empresas, particularmente las que se encuentran en la cadena de suministro de productos, tienen un papel clave para detener la destrucción de la naturaleza y prevenir desastres similares a los provocados por la COVID.
Reconociendo este riesgo ambiental y financiero cada vez más importante, las conclusiones del ‘Dasgupta Review’ (el estudio global e independiente sobre la economía de la biodiversidad encargado por el Tesoro británico en 2019 y dirigido por el profesor emérito de la Universidad de Cambridge, Sir Partha Dasgupta) sostienen que nuestras medidas actuales de riqueza, como el PIB, no tienen en cuenta nuestro uso o el valor de la naturaleza, que es fundamental para el crecimiento sostenible.
Además, señala que como la naturaleza es silenciosa, invisible y móvil, los usuarios no siempre son conscientes de los servicios ecosistémicos que explotan.
La raíz del problema
La pérdida de biodiversidad terrestre está relacionada principalmente con las empresas que operan con tres productos básicos de consumo: aceite de palma, carne de vacuno y soja.
Estos productos básicos son responsables de entre el 70% y el 80% de los 10 millones de hectáreas de hábitat natural que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que se pierde cada año por culpa de la deforestación global.
Las empresas con tal exposición a la deforestación son cada vez más conscientes de los riesgos reputacionales y financieros. Teniendo en cuenta las conclusiones del Dasgupta Review, en S&P Global Ratings, hemos identificado cuatro maneras principales en las que estas empresas pueden ayudar a detener la deforestación.
En primer lugar, el desarrollo de un monitoreo sólido permitiría a las empresas que consumen productos blandos entender dónde el riesgo de deforestación es mayor en las cadenas de suministro.
Permitiría además a los compradores que se sitúan más delante de la cadena de suministro realizar la debida diligencia en materia de biodiversidad. La implementación de tecnologías, como la supervisión por satélite, es una forma de abordar las causas profundas de la pérdida de biodiversidad.
En segundo lugar, apoyar a los pequeños agricultores y grupos indígenas para proteger la naturaleza durante la agricultura, pagando no sólo por el cultivo, sino por los servicios ecosistémicos prestados por la vegetación intacta.
El apoyo a los pequeños agricultores y grupos indígenas es clave para proteger la naturaleza
En tercer lugar, las empresas pueden promover y adoptar el uso de estándares universales. El acuerdo entre todas las partes interesadas en las cadenas de suministro de materias primas es un impulso para hacer realidad la sostenibilidad.
De hecho, ya hemos visto esto, donde, gracias a la adopción masiva de políticas de abastecimiento de NDPE (sin deforestación, sin turba, sin explotación), se estima que el 28% de la tierra concedida para plantaciones de aceite de palma en Indonesia actualmente no es viable para el desarrollo de este aceite.
Por último, un mejor uso de tierras ya deforestadas puede satisfacer los requisitos de suministro, expandir el uso de tierras no es una necesidad.
Además, las prácticas agrícolas eficientes pueden permitir mayores rendimientos de tierras ya despejadas. Estos esfuerzos ya se están impulsando en El Cerrado (Brasil), donde se podrían poner a disposición 18 millones de hectáreas de pastos degradados para el cultivo de soja.
Analizando el tema de manera más fundamental, hay muchos llamamientos para que las empresas y los gobiernos reconsideren su enfoque y tengan en cuenta la naturaleza e incorporen la protección de la biodiversidad desde el corazón de los mercados.
Las empresas podrían adoptar una evaluación eficiente consistente en medir la aportación total de recursos naturales que entra en un producto en toda la cadena de valor.
Se trataría de un enfoque de producción que mida las emisiones, la contaminación y los residuos causados por la creación de ese producto. Hacerlo permitiría la inclusión de capital natural en las cuentas de pérdidas y ganancias, ofreciendo una evaluación más completa del coste económico total de producción.
Cualquier reversión significativa de la pérdida de biodiversidad necesitará que reevaluemos completamente nuestras interacciones con la naturaleza.
Reconfigurar nuestra conexión con el mundo natural es el próximo paso más urgente que tenemos que dar, si es que hemos aprendido algo de la pandemia.