¿Cuál es el papel de China y Japón en la transición a las emisiones netas cero?
Los dos gigantes asiáticos tienen muchas cuentas pendientes en materia climática y que mejorar aspectos sociales y de gobernanza
Los fenómenos climáticos extremos y la pandemia han puesto de manifiesto la necesidad urgente de actuar para garantizar un futuro a las próximas generaciones. Las conversaciones mantenidas en la COP26 han llenado los medios de titulares, pero queda por saber cómo se convierten los compromisos en acciones concretas.
Como principal emisor de gases de efecto invernadero en el mundo, China tiene un papel clave que desempeñar en la transición hacia la neutralidad de las emisiones. El país ha dado muestras recientemente de que reconoce que tiene que tomar medidas, como se observa en su último Plan Quinquenal, en el que hace hincapié en el desarrollo ecológico y en la aceleración de la transición hacia las bajas emisiones de carbono.
El Plan Quiquenal de China se queda corto en compromisos contra el calentamiento global
Aunque el país se ha fijado el objetivo de alcanzar el cero emisiones netas en 2060, su Plan Quinquenal se queda corto en cuanto al compromiso de limitar de forma realista el calentamiento global a 1,5 °C en 2050. Su estrategia se centra principalmente en la reducción de las emisiones de carbono, y sólo menciona ocasionalmente otros gases de efecto invernadero clave, como el metano.
La rápida instalación de capacidad solar y eólica en los últimos años ayudará a impulsar el progreso, pero para cumplir su compromiso con el Acuerdo de París, China debe adoptar inmediatamente una estrategia de descarbonización en los sectores de la energía y la industria pesada, y limitar el uso del carbón.
Sin embargo, pese a la promesa de Xi Jinping de que China dejaría de llevar a cabo nuevos proyectos de energía de carbón en el extranjero, el hecho es que el país sigue construyendo más de 800 centrales eléctricas de carbón. Otra señal preocupante es que el mencionado plan carece de un límite claro de consumo de carbón.
Japón esquiva la atención de la COP 26
China estuvo muy presente en los debates de Glasgow, pero Japón apenas recibió una mención a pesar de ser el quinto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo.
El Gobierno japonés fijó en octubre de 2020 el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, y desde entonces, muchas empresas se han comprometido a cumplir ese compromiso. Al igual que China, Japón está luchando por eliminar gradualmente las centrales eléctricas de carbón y necesita urgentemente aumentar la capacidad de las energías renovables.
Mientras tanto, la financiación de centrales eléctricas de carbón en el extranjero por parte de los bancos japoneses ha atraído la ira de los inversores.
Su proyecto del Sexto Plan Estratégico de Energía de 2021 anuncia que se cerrarán las centrales eléctricas de carbón ineficientes, pero mantiene el carbón como principal generador de energía apoyando proyectos que utilizan la combustión mixta con amoníaco, lo que supone el 19 por ciento del mix energético en 2030. Una situación que es incompatible con limitar el incremento de la temperatura a 1,5 °C.
Además, Japón tiene poca capacidad de energía renovable a la que recurrir y el objetivo actual, que establece la combinación energética del país hasta 2030, prevé que las renovables representen al menos entre el 36 por ciento y el 38 por ciento de la energía generada.
Estas cifras deben ser revisadas al alza si el país quiere cumplir su objetivo de neutralidad de carbono y los acuerdos de París, pese a que Japón se va a encontrar con el rechazo de las empresas de servicios públicos, que argumentan que el carbón es necesario a corto plazo para garantizar un suministro eléctrico estable.
Pero las potencias asiáticas no solo tienen retos en el ámbito climático. En el campo de lo social, la igualdad sigue siendo una asignatura pendiente. En China, los consejos de administración suelen ser exclusivamente masculinos, mientras que, en Japón, las mujeres están infrarrepresentadas entre la población activa, principalmente en los niveles superiores.
En Japón las mujeres están infrarrepresentadas entre la población activa, especialmente en los niveles superiores
Casi la mitad de ellas abandonan su trabajo después de tener su primer hijo y sus carreras están muy limitadas por el hecho de que las empresas tienen lo que se denomina una vía profesional y otra no profesional, la primera de las cuales requiere la voluntad de trasladarse regularmente de lugar de residencia.
Todo ello ha contribuido al lento cambio de las prácticas laborales dominadas por los hombres, a pesar del compromiso del gobierno de contratar y promocionar a más empleadas, con un importante coste de oportunidad para las empresas, la economía y la sociedad en general.
Por último, los criterios de gobernanza de las empresas también se han puesto en entredicho en estos países asiáticos en los últimos años. Las empresas japonesas mantienen una relación frágil con los accionistas minoritarios y extranjeros, como se observó con el escándalo de Toshiba, en el que nos involucramos activamente.
Además, en los últimos años hemos acelerado nuestro compromiso sobre las participaciones cruzadas, destacando el impacto en las prácticas de gobernanza y presionando para una reducción significativa.
En 2020, empezamos a recomendar el voto en contra de los consejeros no ejecutivos que representan a los socios con participaciones cruzadas de cada empresa y a partir de 2022, tenemos previsto hacer lo mismo en contra de los principales ejecutivos de aquellas empresas con una cantidad sustancial de estas participaciones.
En los próximos meses seguiremos presionando para mejorar las prácticas de gobernanza, que creemos que sustentan e impulsan la gestión de otras cuestiones clave. Reforzaremos nuestra política de voto y apoyaremos las propuestas adecuadas de los accionistas con este fin.
También abogaremos por una mayor diversidad de género en los consejos de administración y en la plantilla y, para hacer frente a la crisis climática, aprovecharemos los compromisos de colaboración con las empresas y los reguladores que creemos que son la clave para acelerar la transición.