La dana de Valencia y las alertas meteorológicas: preguntas que buscan respuesta

¿Debería haber una nueva categoría de alerta superior a la roja para sucesos como la dana de Valencia? ¿Hasta qué punto deben ser explícitos los mensajes? ¿Cómo comunicar los riesgos?

La danas, como la que arrasó España desde Albacete hasta Valencia, son un fenómeno meteorológico extremo. En las zonas más afectadas cayeron más de 400 litros de lluvia por metro cuadrado en sólo ocho horas el 29 de octubre. Mientras continúan las misiones de rescate y limpieza, esta catástrofe supone una muestra de lo que el cambio climático nos tiene reservado.

El número de muertos ha superado los 220, cifra que probablemente aumentará a medida que continúen las labores de socorro. Un rápido análisis parcial del diluvio realizado por World Weather Attribution, una colaboración académica que examina los fenómenos meteorológicos extremos, estima que el cambio climático provocado por el hombre hizo que las precipitaciones fueran un 12% más intensas y duplicó la probabilidad de que se produjera una tormenta de tal intensidad.

La lentitud de la respuesta de las autoridades españolas y las versiones contradictorias sobre el momento en que se enviaron las alertas han provocado una justificada indignación.

La agencia de protección civil de la Comunidad Valenciana no envió una alerta a los teléfonos de los residentes hasta pasadas las ocho de la tarde, momento en el que algunas calles ya estaban bajo el agua y la gente corría grave peligro. Maribel Albalat, alcaldesa de Paiporta, localidad en la que el rey acaparó las muestras de indignación contra la clase política, describió la situación como «una trampa». Muchos residentes decidieron entrar en garajes subterráneos en el peor momento posible para intentar trasladar sus coches a terrenos más elevados.

En lugar de asumir la responsabilidad de los errores, los dirigentes de los gobiernos regional y central se señalan unos a otros. Cuando el presidente Pedro Sánchez y Felipe VI visitaron finalmente Paiporta, la recepción fue hostil.

No sabremos exactamente qué falló en España a menos que se lleve a cabo una investigación, pero no es la primera vez que las alertas y las respuestas a las inundaciones fallan en Europa.

Alemania, como España

En julio de 2021, unas inundaciones repentinas en Alemania causaron 189 muertos. Un análisis del sistema de alerta de inundaciones reveló que presentaba graves deficiencias: los datos de una encuesta indicaban que muchos residentes no recibieron ninguna advertencia o subestimaron la magnitud del diluvio, mientras que hasta el 50% de los que recibieron la advertencia no sabían qué medidas tomar para protegerse a sí mismos y a sus propiedades.

Como dice el informe, las alertas sólo son útiles si la población de las zonas inundables y los organismos de protección civil «reciben y advierten la alerta a tiempo, confían en ella, comprenden su contenido y saben cómo responder y comportarse adecuadamente». Ese no fue el caso en Alemania; las deficiencias se repitieron claramente en España.

Realizar previsiones y alertas eficaces puede ser todo un reto. Aunque los modelos meteorológicos actuales son bastante precisos, sigue siendo extremadamente difícil predecir con exactitud dónde se producirán las tormentas y si la lluvia se traducirá en inundaciones repentinas, ya que depende de muchas variables locales como la topografía, las infraestructuras y las superficies.

Mejorar los mensajes es más rápido y sencillo que desarrollar nuevos modelos meteorológicos, pero requiere coordinación

Esto se ve agravado por el hecho de que, debido al cambio climático, cada vez es más frecuente que se produzcan fenómenos poco frecuentes. Es difícil predecir el impacto de un año de precipitaciones en sólo ocho horas cuando nunca se ha observado antes. Esto es cierto tanto para los meteorólogos como para el resto de la ciudadanía.

Aunque sería útil elaborar previsiones más precisas, a menudo no comunicamos con suficiente eficacia la información que ya tenemos. Mejorar los mensajes es más rápido y sencillo que desarrollar nuevos modelos meteorológicos, pero requiere la coordinación entre múltiples partes interesadas: meteorólogos, autoridades locales e incluso empresas, que pueden desempeñar un papel importante en la transmisión de la información sobre amenazas.

Se trata de un campo científico en expansión. Como han descubierto los economistas del comportamiento, las personas no siempre son racionales. Por ejemplo, durante un mortífero tornado en Oklahoma en 2013, miles de personas huyeron de sus casas en coche a pesar de años de mensajes sobre los peligros de conducir con tornados.

Se están revisando los sistemas de alerta meteorológica. ¿Debería haber una nueva categoría de alerta superior a la roja para sucesos realmente graves? ¿Hasta qué punto deben ser explícitos los mensajes para indicar a los ciudadanos lo que deben hacer? ¿Cómo comunicar los riesgos?

La perspectiva de inundaciones repentinas que pueden poner en peligro la vida es más fácil de entender que las predicciones de 400 litros de lluvia. Pero hay que encontrar un equilibrio: ser demasiado precavido y enviar demasiadas alertas puede generar desconfianza o cansancio.

Los ciudadanos deben saber si corren riesgo de inundación incluso antes de que se prevean lluvias

Normalmente, los sistemas de previsión, alerta y respuesta reciben una gran cantidad de fondos tras un suceso como las inundaciones de Valencia. Durante un tiempo, la gente prestará más atención: la respuesta a las inundaciones de Barcelona de esta semana podría haber sido muy diferente si la gente no hubiera visto la gravedad de la situación unos días antes.

El martes, Sánchez prometió un paquete de ayuda de 10.600 millones de euros, que incluye ayudas directas a los hogares y fondos para que los ayuntamientos paguen las reparaciones y la reconstrucción. Pero lo que hace falta es inversión para garantizar que España esté preparada para futuras precipitaciones extremas.

Al fin y al cabo, para ser resistentes, las comunidades deben prepararse antes de que se produzcan. Los ciudadanos deben saber si corren riesgo de inundación incluso antes de que se prevean lluvias. Las autoridades deben tener planes de acción para el cierre de carreteras y la respuesta de los servicios de emergencia.

Las ciudades deben construirse con espacio para el agua a fin de reducir el riesgo de inundaciones. Integrar las alertas con otras plataformas -Google Maps, por ejemplo- podría ayudar a impulsar a la gente hacia comportamientos seguros y protectores; los sistemas de alerta y quienes los gestionan necesitan una inversión suficiente.

Cuando una zona urbana densamente poblada se ve inundada por la lluvia, el impacto va a ser grande. Pero el buen funcionamiento de los procedimientos de previsión y alerta puede salvar vidas y reducir los daños de los fenómenos meteorológicos extremos.

La crisis climática no va a desaparecer; el desastre de España debería ser una llamada de atención. Tenemos que estar preparados para la próxima vez, y para la siguiente, y para la siguiente.

En portada