El G20, ‘en ruta’ para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones tras la cumbre de Biden
La cita impulsada por Joe Biden la semana pasada ha puesto de relieve que cada país marca su propio año base de reducción a la hora de diseñar sus metas
La primera gran cumbre internacional bajo la presidencia de Joe Biden se ha saldado con varias conclusiones. La primera, Estados Unidos quiere convertirse en el nuevo adalid mundial en la lucha contra el cambio climático. La segunda, que la gran mayoría de los países del G20, los más industrializados, ya están alineados con la consecución de sus propios objetivos de cara a la reducción de emisiones contaminantes en 2030.
EEUU dio un ‘volantazo’ el viernes a la política medioambiental de sus últimos cuatro años, en los que la Administración Trump frenó en seco las ambiciones climáticas. Ahora, bajo la presidencia demócrata, se ha comprometido a reducir sus emisiones entre 50% y un 52% a final de esta década.
Un porcentaje que lo acerca a Reino Unido y a la Unión Europea, que hasta el momento han sido las dos potencias económicas más ambiciosas a la hora de reducir esos gases con efecto invernadero.
Sin embargo, el gigante norteamericano es, a día de hoy, uno de los pocos países del G20 cuya política aún no está alineada con la consecución efectiva de estos objetivos en 2030. Junto a él, países como Corea del Sur, México o Australia, según la información recopilada por Investor Group on Climate Change (IGCC).
Las dispares metas de las grandes potencias
Sin embargo, hay que tener en cuenta que las medidas que ahora tiene que implementar Estados Unidos para conseguir esa ambición de reducir sus emisiones hasta un 52% están por definir, lo que conlleva no sólo acelerar su estrategia legislativa para lograrlas, que Biden prevé hacer a través del megaplan de infraestructuras que tiene que aprobarle el Senado -valorado en más de 2 billones de dólares-; también, que esas inversiones las tendrá que llevar a cabo y no quedarse en promesas.
Otra de las derivadas de la Cumbre del Clima de Biden es que cada país se marca sus propios objetivos en función de un año base diferente, de forma que la comparabilidad de metas se vuelve complicada.
Por ejemplo, la Unión Europea planea reducirlas en 2030 un 55% en comparación con 1990. Ese es el mismo año de referencia del Reino Unido, aunque en su caso, aspira a rebajarlas un 78% pero en 2035.
En cambio, China ha marcado unos objetivos más a largo plazo y prevé que 2030 sea su pico de emisiones y, a partir de ahí, reducirlas progresiva y significativamente, en un 65% hasta dejarlas por debajo de lo que alcanzaban en 2005. Eso sí, no dice cuándo lo va a lograr.
Otro gigante asiático, Japón, prevé que en 2030 la reducción alcance entre el 46% y el 50%, pero respecto a los niveles de 2013; y Corea, un 24%, también en 2030, pero en comparación a lo que alcanzaba en 2017.
Mientras, Canadá realizó un movimiento similar al de Biden, porque también aprovechó la cumbre de la pasada semana para anunciar nuevos objetivos, pero por detrás de los de su vecino del sur. En su caso, el primer ministro Justin Trudeau, fijó una reducción de entre el 40% y el 45% a finales de esta década y respecto a 2005.
Estos países, según el análisis realizado por Investor Group on Climate Change dejan a otras grandes potencias internacionales, como Australia y Nueva Zelanda, bajo la exigencia de presentar nuevos planes y más ambiciosos en los próximos meses.
Los pasos por venir
La próxima fecha en el calendario es la COP26, la cumbre ‘oficial’ del Clima de este año, amparada en el paraguas de Naciones Unidas, y de la que esta cita organizada por Biden aspiraba a ser un ‘aperitivo’, para animar a los grandes naciones en sus ambiciones climáticas.
Más aún cuando 2050 es la fecha final de destino, en la que se debería llegar a las cero emisiones. Algo que, de momento, resulta más que complicado. Según IGCC, sólo la mitad e los países del G20 están en línea para conseguir esa aspiración.
Además, hay que tener en cuenta, que se trata de ambiciones que, en el fondo, son de libre cumplimiento, porque no existe, al menos de momento, un esquema de sanciones internacionales o de penalizaciones para aquellos países que no cumplan.
Sin embargo, las cosas podrían cambiar. Tras el final de la cumbre, el enviado especial para el Clima de Estados Unidos, John Kerry, aseguró que Biden está barajando la opción de poner peajes, tipo aranceles, para los productos producidos en aquellos países donde las políticas medioambientales sean menos ambiciosas. Sería similar al ‘Border Carbon Tax’ que está estudiando la Unión Europea. Unos pasos que sí cambiarían las reglas de juego del comercio internacional.