¿En qué punto está la inversión ESG en España?
La inversión ESG doméstica aumentó en más de un 20 por ciento el año pasado, aunque el protagonismo sigue siendo para las empresas extranjeras
La finalidad de esta tribuna es dar mi opinión sobre en qué punto se encuentra la sostenibilidad aplicada al mundo inversor español (de forma general gestoras y propietarios de activos).
Subrayo mi opinión, ya que podría suponerse que sólo con mirar las estadísticas, podríamos llegar a conclusiones aceptables por todos. Sin embargo, de nuevo bajo mi humilde punto de vista, esto no es así.
Para explicarlo, en la primera parte daré algunas cifras de fuentes reconocidas en el mundo de la sostenibilidad como Spainsif o Global Sustainable Alliance (GSIA), para dejar una segunda parte en la que haré algo discutible, como es extrapolar mi propia realidad, cuestión que es poco concluyente desde un punto de vista estadístico, pero que me permitirá mostrar a lo que creo que debemos aspirar, si no queremos que a los inversores y asesores ESG se nos tache como vendedores de humo, término que ya se entiende en este contexto como greenwashing.
Los números a estas alturas ¿tempranas? nos cuentan una parte, pero no toda la realidad. Además de la enorme dificultad para definir inversión sostenible o ESG, se unen los cambios legislativos, en particular en Europa, que hacen que las estadísticas no cuenten historias homogéneas en el último año respecto a anteriores, como ejemplifica el informe de GSIA, en el que parece que el viejo continente va a menos en inversión ESG, algo difícil de creer.
Aumento del 21%
En España, Spainsif en su informe anual 2020, señala que la inversión ESG ha aumentado un 21% en España, aunque son las entidades internacionales las que lo hacen en mayor proporción (50% frente al 10% de las españolas).
El 54% de la inversión total que Spainsif señala que se gestiona teniendo en cuenta los criterios ESG en España, supera el 41% de Europa, o el 36% mundial (GSIA). Contrasta todo esto, con la conclusión de Spainsif que otorga una implementación muy superior en los internacionales que operan en España con un 98% sobre el total.
El baile de números es menor cuando nos referimos a las estrategias utilizadas para aplicar la inversión ESG. Aquí la integración ha superado ampliamente a la estrategia más habitual desde el inicio, la exclusión.
Sin embargo, como señala el informe de Spainsif, esto se debe a que ahora se tiene en cuenta la estrategia principal en caso de existir varias y es habitual que las gestoras tiendan a excluir primero e integrar después. Más atrás quedan otras aproximaciones como impacto, engagement y voto en juntas o screening basado en normas.
En esta situación, podríamos inferir que la industria española está inmersa ya en el 2.0, por así entenderlo, de la inclusión de los criterios ESG. A mi modo de ver, la respuesta no es tan taxativa. Como consultor he tenido la posibilidad de observar la realidad a través de gestoras que se han acercado a mostrar sus fortalezas en este sentido.
Normalmente la conversación va bien en los aspectos generales, pero cuando profundizamos, las lagunas hacen su aparición. Los ejemplos más habituales tienen que ver con inclusión de los fondos en el llamado artículo 8 o 9. Estos artículos que define el Reglamento de Divulgación, tratan de destacar a los productos que aquí se ubican, como sostenibles o muy sostenibles.
Me encuentro con que, en ocasiones no alcanzo a ver en qué se diferencian algunos fondos que aparecen aquí frente a otros que no aplican estos criterios.
Cuando leo los folletos de algunos fondos en CNMV, observo que, en su descripción para aplicar características u objetivos de sostenibilidad, se recurre a lugares comunes, como la asociación con los principios de inversión responsable (PRI por su acrónimo inglés), la utilización de ratings de sostenibilidad como factor decisorio, así como descripciones básicas de lo que engloba el acrónimo ESG.
Un paso adelante
Si queremos dar un paso adelante en el proceloso mundo de la verdadera integración de los criterios ESG, debemos ser tan transparentes, como exigimos a las empresas en las que invertimos. Debemos explicar las estrategia o estrategias que seguimos y ser muy claros en cómo el análisis tradicional y el de sostenibilidad se mezclan para llegar a las conclusiones.
Proponer ejemplos, ya sea de la evolución de los KPIs (indicadores de comportamiento) de las empresas que forman parte de la cartera, de comparables de estas empresas con el resto del sector, así como del análisis hacia adelante (prospectivo), igual que solemos hacer con las ventas o los costes.
Utilizar ratings de las múltiples empresas que los otorgan, puede ser un medio, pero nunca un fin. Ya sabemos, por cierto, la enorme dispersión que existe entre ellas, debido fundamentalmente al distinto análisis de materialidad que utiliza cada una.
Todo lo anteriormente descrito nos situaría en las mejores prácticas de la industria y, por tanto, en el 2.0 de la inversión con criterios de sostenibilidad. De momento, mi veredicto es que todavía nos encontramos en el 1.5, como mucho. Algo es algo…