La energía eólica, ¿una oportunidad para el turismo?

La energía eólica puede encontrar un nuevo punto a su favor en la explotación de sus parques con fines turísticos

Un estudio cifra la inversión en energías renovables que se necesita para alcanzar los objetivos de emisiones cero en 2050

Un estudio cifra la inversión en energías renovables que se necesita para alcanzar los objetivos de emisiones cero en 2050

El tamaño y la escala de las turbinas eólicas, que pueden medir más de 240 metros de altura y girar a más de 300 kilómetros por hora, suelen ser algunos de los argumentos que se utilizan en contra de la energía eólica.

Sin embargo, el trabajo de ingeniería que conllevan estas construcciones es tal, y su resultado tan impresionante, que algunos están comenzando ahora a considerar que este podría ser un punto a su favor, al abrirse la posibilidad de explotar los activos desde un punto de vista turístico.

Y es que, si bien un diputado británico apuntó en 2022, durante una intervención de rechazo a la creación de un nuevo parque solar en su circunscripción, que "a los turistas les encanta venir a la región porque es bonita, pero no vienen buscando parques solares o eólicos", casos recientes apuntan hacia otro lado.

Tanto es así, de hecho, que varias empresas en todo el mundo ofrecen visitas guiadas a parques eólicos para turistas curiosos, deseosos de entender cómo funcionan las turbinas y cómo son de cerca.

En Escocia, por ejemplo, los aventureros pueden recorrer un parque eólico en bicicleta de montaña o a pie, y en otras partes del Reino Unido y Estados Unidos, algunas excursiones en barco ofrecen la posibilidad de navegar bajo las aspas de una turbina.

En Dinamarca, mientras tanto, pequeños grupos pueden incluso subir a una turbina en alta mar. Y aunque no hay datos que indiquen el tamaño de este incipiente segmento en el sector hotelero, sí hay muchos estudios que sugieren que los viajeros no solo no se sienten intimidados por los parques eólicos, sino que los encuentran objetos de fascinación.

El aprendizaje sobre la energía eólica como turismo de aventura

"Son los aparatos giratorios más grandes del planeta. Empequeñecen a un 747. En el mar, son un poco de otro mundo", explicó Jeremy Firestone, el profesor de la Universidad de Delaware que llevó a un grupo de estudiantes a visitar un parque eólico frente a la costa de Rhode Island, en Estados Unidos, en 2016.

Firestone calificó la experiencia como "un Disneyland para adultos", después de visitar un parque de energía eólica a unos seis kilómetros de Block Island.

Este parque, que lleva en funcionamiento desde 2016, fue el primer parque eólico marino comercial de Estados Unidos, y comenzó a recibir visitas ese mismo año en que se puso en marcha. Una iniciativa que a día de hoy mantiene a través de cinco expediciones al año.

En estas visitas, el capitán del barco, Charlie Donilon, que pilotó la excursión de Firestone y sigue haciéndolo en la actualidad, complementa la excursión con charlas informativas sobre la energía eólica y la construcción de las gigantescas turbinas.

Muchos de los clientes de Donilon, claro está, son académicos que quieren aprender más sobre las energías renovables, pero otros son personas que buscan el placer de hacer una excursión a un parque eólico, junto con un almuerzo y una excursión al faro cercano.

Y es que, a ojos del capitán de barco, "cuesta creer que estas estructuras gigantescas hayan sido construidas por el hombre". Una fascinación, asimismo, que se extiende hacia otro tipo de infraestructuras.

En Escocia, por ejemplo, la energía hidroeléctrica tiene ya 80 años de historia, y las presas, que están lejos de ser naturalmente bellas, se han convertido en una atracción y un recurso para turistas y grupos escolares.

Un "turismo industrial" que algunos califican como "turismo de empollones" que también ha atraído desde hace tiempo a la gente a construcciones como molinos, minas y canales.

Los pros turísticos de los parques de energía eólica

Los parajes eólicos suelen ser ya de por sí lugares salvajes y hermosos que dependen de los visitantes para su economía, por lo que es especialmente importante saber qué opinan los turistas de las turbinas visibles.

Por ello, el año pasado, el director de la consultora escocesa Biggar Economics, Simon Cleary, realizó un estudio para evaluar si un proyecto de construcción en tierra firme en Gales, visible desde el castillo de Caerphilly, del siglo XIII, perjudicaría al número de visitantes.

El estudio descubrió que las visitas al castillo escocés de Stirling habían aumentado un 60 por ciento desde la construcción de un parque eólico de visibilidad similar, una tendencia impulsada no por las turbinas en sí, sino por el "efecto Outlander", una serie histórica que aumentó el interés por los castillos escoceses.

Aun así, la conclusión parecía clara, las vistas de las modernas turbinas desde las murallas no parecían impedir que los aficionados se entregaran a fantasías de ondulantes colinas pobladas por guerreros de las Highlands del siglo XVIII.

"La gente es menos sensible al impacto visual de lo que podría pensarse", afirmó Cleary.

Según otro estudio realizado el año pasado por académicos de la universidad británica de Oxford Brookes, "el impacto general sobre el turismo parece relativamente benigno, y a veces positivo", aunque el informe citaba la preocupación de que la novedad se desvanezca a medida que las turbinas se conviertan en algo habitual.

Por esta razón, se concluyó que es útil que las empresas de energía eólica marina colaboren con la comunidad local y las empresas, e inviertan a largo plazo en centros de visitantes y personal local.

La energía eólica aventaja a la solar

Un elemento que está menos documentado es si otras fuentes de energía renovable ávidas de tierra, como los parques solares, pueden explotar el mismo efecto.

Los paneles solares individuales, por ejemplo, carecen del imponente tamaño de una turbina eólica, y el impacto visual de los campos ondulados asfixiados por paneles brillantes inspira una feroz oposición.

En una carta enviada el mes pasado a un periódico local, el presidente de una asociación de vecinos inglesa imploraba a los planificadores que no aprobaran un proyecto solar en la isla británica de Wight, citando las "impresionantes" vistas que se anuncian a los visitantes.

"Este precioso paisaje está amenazado", escribió el vecino en cuestión. "No maten a nuestra gallina de los huevos de oro del turismo". El problema, no obstante, es que tampoco hay muchas pruebas de estos impactos negativos.

En lugares soleados como Cornualles y Australia, los parques de caravanas y las ciudades de vacaciones suelen incorporar huertos solares. Y tanto Corea del Sur como en Vietnam, mientras tanto, se han impulsado proyectos de energía solar como destinos turísticos, y algunas empresas ya están triunfando en el turismo solar.

En Carolina del Norte, por eúltimo, la empresa Montgomery Sheep Farm ofrece visitas a granjas solares, que se acompañan con la observación de estrellas y el trabajo con animales. En el sur de Inglaterra, mientras tanto, el proyecto comunitario de energía solar y eólica Westmill lleva ofreciendo visitas públicas desde 2008.

El nicho del turismo eólico, en definitiva, puede estar por explotar en todo el mundo, y se convertiría en un reclamo más para los defensores de esta energía.

En portada