La ola de calor global achicharra a los inversores, pero aún no lo saben
Más del 90% de las empresas más grandes del mundo tendrán al menos un activo expuesto financieramente a riesgos climáticos. ¿Cómo se gestiona esta realidad en las carteras?
Las altas temperaturas, de récord, están alimentando condiciones climáticas que ponen más vidas en riesgo a través de las sequías, inundaciones y de tormentas sin precedentes. Pero la ola de calor global también está afectando al mundo financiero.
Esta calamidad ha brindado un claro recordatorio de cómo los gestores de activos están luchando para evaluar el impacto que los riesgos climáticos tienen en sus carteras de inversión.
“No creo que el mercado entienda el riesgo directo e indirecto” que amenazan a los activos corporativos de los desastres relacionados con el clima, dice Matthew Wright, analista de investigación en Impax Asset Management Group. Administra una de las carteras más grandes del mundo orientada a una economía baja en carbono.
La cartera de Impax excluye, en general, a muchas empresas que obtienen ingresos o beneficios directos del carbón térmico, el petróleo o el gas y, en cambio, se centra en empresas involucradas en áreas como la energía renovable, la protección del agua y la reducción del desperdicio de alimentos.
Pero incluso los activos físicos de estas empresas pueden verse amenazados por las altas temperaturas, la escasez de agua y otros impactos.
El problema, dice Impax, es que no se puede medir fácilmente ese riesgo. “La falta de datos sobre la ubicación de los activos es una barrera real”, dice Wright. “En algunas geografías las infraestructuras no están preparadas para los rangos térmicos que podemos esperar en el futuro”.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió de que la actual ola de calor global muestra que el cambio climático está fuera de control.
El mundo acaba de sufrir la semana más calurosa jamás registrada, según datos preliminares publicados por la Organización Meteorológica Mundial. Sigue al junio más caluroso medido, impulsado en parte por temperaturas en la superficie del mar sin precedentes.
Las olas de calor recientes, atribuibles al calentamiento global causado por las emisiones de gases de efecto invernadero, se han visto exacerbadas por el patrón climático conocido como El Niño.
Las altas temperaturas están causando muertes y llevando la miseria a millones de personas repartidas por todo el mundo. También están creando desafíos para la fuerza laboral, la infraestructura y las cadenas de suministro.
Los daños económicos de las olas de calor
La producción de colza de la India y la cosecha de fresas en España se han visto afectadas. Los apagones son cada vez más comunes en Asia ya que aumenta sin parangón el uso de aires acondicionados y otros tipos de refrigeración.
Las redes eléctricas de EEUU también están sobrecargadas y el regulador laboral del Reino Unido ha recordado a las empresas que protejan a sus empleados, ya sea los que trabajen en el interior como en los exteriores.
Las industrias más afectadas por el aumento de las temperaturas van desde las empresas de construcción, que dependen del trabajo manual, hasta la agricultura, donde los rendimientos suelen caer a medida que aumentan las temperaturas, y el transporte, que puede verse perjudicado por las carreteras afectadas por el calor, los bajos niveles de agua en los ríos y el pandeo de los trenes en las vías.
Más del 90 por ciento de las empresas más grandes del mundo tendrán al menos un activo expuesto financieramente a riesgos climáticos como el estrés hídrico, incendios forestales o inundaciones para la década de 2050, según una investigación de S&P Global Sostenible1, una unidad de S&P Global. Los activos pueden incluir fábricas, almacenes y centros de datos.
Un enigma para los gestores
El patrón de calentamiento es un enigma para los gestores de activos, ya que generalmente no sirven para modelar los riesgos de inversión a corto plazo asociados con las olas de calor y otros desastres específicos.
En 2020, Impax, con sede en Londres, se asoció con el Fondo Común de Jubilación del Estado de Nueva York para solicitar a las empresas estadounidenses del S&P 500 que voluntariamente divulguen la ubicación de activos clave, como edificios y otras instalaciones, cuya pérdida o deterioro afectaría a su situación financiera y resultados.
Sólo el 13 por ciento de las empresas respondieron. De las que lo hicieron, solo tres demostraron que habían considerado seriamente sus responsabilidades potenciales por daños relacionados con el clima y tenían planes para reducir o adaptarse a esos riesgos, según Impax.
La mayoría simplemente contestó con “la frase estándar sacada de un informe financiero estándar sobre que los desastres naturales pueden causar daños no específicos en el futuro”, se queja este gestor. “Estamos decepcionados con el nivel de comprensión y divulgación”, dice Wright.
La preocupación de Impax por las olas de calor se hizo realidad el verano pasado cuando las altas temperaturas interrumpieron los centros de datos de Londres utilizados por Alphabet y Oracle. Este gestor dice que se preguntaba sobre su propia exposición a otras empresas que operaban o dependían de los centros de datos.
Ese fue especialmente el caso de Asia, donde las altas temperaturas pueden reducir la disponibilidad de agua y dificultar la refrigeración de los servidores. “Estos son activos físicos masivos que simplemente están atrapados allí, anclados en su lugar”, dice Wright. “Y eso es un riesgo para nosotros”.
El cálculo aproximado
En asociación con el Centro de Finanzas e Inversiones Ecológicas del Reino Unido de la Universidad de Oxford, Impax publicó sus hallazgos en abril sobre dos activos de centros de datos ubicados en Asia y presentes en su cartera.
Calculó que las olas de calor pueden causarle a una de las compañías no identificadas una pérdida promedio proyectada de alrededor de 30 millones por año hasta 2050. El otro centro acusaría una pérdida anual ligeramente menor.
Wright defiende que es probable que las estimaciones no reflejen la realidad y que las cifras probablemente sean mucho más altas. “Creemos que todas las empresas están expuestas al riesgo físico de alguna manera”, dice.
“Es frustrante cuando contestan que no están preocupados”.