Las apuestas de los gestores en tecnología y energía varían con la guerra en Ucrania
Gestoras como Fidelity, Schroders y Evli ponen el foco en el impacto del conflicto en algunas de las tecnologías destinadas a la transición energética
La ruta net zero ha encontrado nuevos obstáculos en la guerra de Ucrania. El conflicto ha provocado que muchas gestoras hayan modificado sus inversiones ante una tesis cada vez más clara en la industria: el escenario de transición energética ha cambiado. Y con ello, el foco de las tecnologías que serán claves para cumplir con los objetivos climáticos.
La guerra ha intensificado la crisis energética provocando una escalada de los precios en apenas algo más de tres meses. Por un lado, revela la dependencia europea de la energía rusa. Por otro, obliga a intensificar el flujo de capital hacia fuentes alternativas ante el aumento del consumo de combustibles contaminantes.
La emergencia climática requiere, a su vez, sumar nuevos actores en el camino hacia la descarbonización que hasta ahora tenían una menor presencia en las estrategias.
La importancia de los mercados no cotizados
A medida que el foco habitual de las gestoras ha estado en los mercados financieros, el nuevo escenario de transición energética dibuja posibilidades fuera de las empresas cotizadas.
“Los mercados financieros deben desempeñar un papel cada vez mayor en la financiación de tecnologías de nuevo cuño”, explica Andrew McCaffery, CIO global de inversiones en Fidelity. “El potencial para conseguir un cambio drástico es enorme”, apunta en un informe reciente.
En 2021, el volumen de capital fuera de mercados cotizados se elevó hasta cerca de los 9 billones de dólares, mientras que se prevé que en los próximos cinco años se duplique la cifra hasta rondar los 18 billones, según un estudio de la consultora británica Preqin.
Pese a ello, el mismo informe reveló que solo el 15 por ciento gestionado está alineado con los criterios ESG. Pero esto deja un amplio margen para que el capital invertido en los mercados no cotizados tenga una mayor contribución a la ruta net zero.
“El sector inmobiliario es quizás el área en la que los inversores pueden influir de forma más inmediata en la sostenibilidad”, detalla McCaffery. Según un estudio del programa medioambiental de la ONU, el 38 por ciento de las emisiones del mundo proceden de la construcción y la explotación de edificios, lo que revela la mayor necesidad de descarbonización del sector.
El problema de los mercados no cotizados reside en la menor información ESG de las empresas. La solución consiste en aplicar las técnicas de asignación de activos, que pueden “propiciar cambios estructurales”, por ejemplo, “virando hacia tecnologías que permitan la transición energética o la eficiencia de los recursos”.
En cuanto a productos financieros, McCaffery apunta a uno de los productos estrella del mercado, los fondos de impacto, que ofrecen la posibilidad de cuantificar las “ventajas no financieras” de la inversión sostenible. “Esto permite a los inversores centrarse en financiar activos que puedan contribuir de forma positiva y medible a la transición”, apunta el directivo de Fidelity.
Nuevas energías renovables
El desmedido aumento de los precios del gas y el petróleo ha generado, a su vez, que algunas fuentes de energía renovable menos conocidas comiencen a ser más competitivas en costes.
“Vemos que el precio inicial de las tecnologías renovables está subiendo ahora después de haber bajado durante años”, explica Alex Monk, gestor global de Schroders. Ese reciente incremento se debe a factores como las interrupciones de suministros y el aumento de costes de algunos componentes, pero las renovables “parecen cada vez más atractivas en comparación con las tradicionales”.
El experto destaca las posibilidades del amoníaco, que se usa principalmente como fertilizante. La mayor parte de la producción es del denominado “amoníaco gris”, que exige procesos muy contaminantes. Pero en combinación con el hidrógeno, a través de técnicas de electrólisis, se puede producir una versión “verde” que no implica emisiones de carbono.
Las posibilidades aquí se amplían, ya que el amoníaco verde podría ser utilizado para almacenar y transportar la energía de las centrales renovables, uno de los mayores desafíos para la transición energética.
“Los combustibles renovables como el amoníaco verde o el hidrógeno verde son los que presentan un mayor interés en cuanto a precios. Con el precio del gas tan elevado, el coste de producir amoníaco usando electrolitos renovables resulta hoy en día muy competitivo”, resalta Monk.
El debate de las exclusiones
A medida que la crisis energética se ha intensificado en Europa, se ha reabierto un viejo debate: incluir o excluir algunas energías controvertidas para la transición como la nuclear. Incluso la Unión Europea contempla su inclusión en la taxonomía verde comunitaria.
Petra Hakamo, directora de sostenibilidad de la gestora Evli, considera que el debate en la industria de la gestión de activos se centra en relajar o no las normas de exclusión de las inversiones responsables que, hasta ahora, generalmente han dejado fuera de las estrategias ESG a sectores como las armamentísticas o el tabaco.
“Es una cuestión interesante si inversores y gestores deberían, en lugar de una exclusión directa de los ‘malos actores’ tratar de evaluar más cuidadosamente lo mejor de las llamadas industrias ‘malas’” sostiene Hakamo.