Las compensaciones de carbono, ¿negocio o solución?
La carrera hacia el 'net zero' ha llevado a la expansión del mercado global de carbono, tanto en su vertiente regulada, con el impuesto al carbono o los derechos de emisión, como en la voluntaria
Las compensaciones se han convertido en la actuación estrella en la lucha contra el cambio climático, pero ¿nos acercan efectivamente al objetivo?
Con el otoño a la vuelta de la esquina, el verano nos deja, además del calor sofocante, a las puertas de lo que será posiblemente la mayor sequía que ha sufrido Europa en los últimos 500 años y con una España en llamas, donde se han perdido más de 275.000 hectáreas.
Muchos expertos interpretan lo vivido como un adelanto de lo que se pensaba que ocurriría en 2030 a consecuencia del cambio climático. Además, confirman que el cambio se está acelerando y ponen en tela de juicio la viabilidad de limitar el calentamiento global a 1,5º C sobre los niveles preindustriales.
En esta urgencia cobra protagonismo el impulso dado en 2020 por la ONU, Race to Zero, la mayor alianza para lograr las emisiones netas de carbono antes de 2050, reduciendo a la mitad las emisiones mundiales para 2030. El programa gana cada vez más miembros, cuenta ya con cerca de 8.000 compañías, más de 550 entidades financieras o más de 1.100 ciudades.
La ONU publicará a finales de año normas para comparar la solidez de los compromisos net zero
Es una carrera vistosa y, por el momento, de buenas intenciones pues, es desigual y poco transparente. Para corregirlo, la ONU publicará a finales de 2022, dos años largos más tarde del pistoletazo de salida, normas que permitan comparar la solidez de los compromisos y asegurar que se convierten en acciones.
Mas allá de la necesaria estandarización, que nos mostrará si la carrera se destaca por su calidad o por su cantidad, si es de profesionales o de 'amateurs', ¿cómo lograran las empresas, los países, cumplir sus compromisos públicos de emisiones netas cero?
Aquí es donde entran en juego las compensaciones de carbono. Son pocos los que pueden alcanzar este objetivo únicamente a través de iniciativas de eficiencia y reducción. En la mayoría de los casos hay emisiones residuales que, según el sector, llegan a ser significativas y que se pueden neutralizar comprando compensaciones de carbono, en forma de créditos o bonos.
Popularizadas en el camino hacia el cero neto
Las compensaciones se han convertido en una ruta popular para alcanzar el Net Zero, permiten mantener la actividad económica y disponer de luz verde para seguir contaminando conforme a la cantidad de carbono capturado o evitado por otras actividades más sostenibles, a las que se asocian los bonos emitidos.
Además de mantener la actividad, esta dinámica presenta el atractivo del dinero. A bancos, financieros e inversores les gusta la idea de la compensación, ya que crea un nuevo sector comercial donde beneficiarse: el mercado global de carbono. Aparece un nuevo ecosistema de empresas que desarrollan tecnologías de reducción de emisiones, certifican, registran y comercializan los créditos de compensación.
La carrera hacia el Net Zero ha llevado a la expansión del mercado global de carbono, tanto en su vertiente regulada, con el impuesto al carbono o los derechos de emisión, como en la voluntaria. El valor del mercado voluntario de carbono se ha cuadruplicado desde 2020, alcanzando casi los 2.000 millones de dólares en 2021. Aunque no hay un acuerdo global sobre el precio del carbono, las estimaciones más ambiciosas sugieren que podría alcanzar los 180.000 millones de dólares para 2030.
¿Este crecimiento financiero se ve acompasado por una reducción efectiva de GEI?
Según la ONU, lograr el escenario de 1,5º C implica reducir un 45 por ciento las emisiones GEI para 2030 con respecto a 2010, debiéndose alcanzar el nivel máximo de emisión a más tardar en 2025. Desafortunadamente, el ritmo actual, donde el año pasado las emisiones crecieron un 6 por ciento, indica que en 2030 se producirá un aumento del 14 por ciento.
La realidad financiera y la climática están desacopladas. Es cierto que llevan velocidades diferentes, que la compensación es un mercado poco maduro. Sin embargo, ese desacople nos debe llevar a la reflexión, a hacer un alto en la carrera y ver hacia dónde estamos corriendo.
Actualmente la política climática dominante apuesta por lograr el crecimiento económico y, a la vez, la reducción de emisiones de GEI, gracias a las tecnologías de compensación y a las soluciones basadas en la naturaleza.
Estas últimas son alternativas maduras, económicas, ya están listas y proporcionan beneficios adicionales, como el aumento de la biodiversidad. Desafortunadamente, son sólo almacenes temporales de carbono: el suelo se degrada y los bosques se pueden incendiar. Las primeras, aún son incipientes y costosas, pero una vez que el CO₂ se entierra a gran profundidad, puede permanecer allí durante milenios.
Esta variedad de alternativas, así como la diferencia en la duración efectiva del almacenamiento genera más incertidumbre sobre la compensación. Si a esto añadimos la falta de estándares sólidos para su comparabilidad y contabilidad y la previsión de que el precio del carbono se eleve de forma importante de aquí a 2030, la probabilidad de que haya organizaciones que se retiren de la carrera es alta. El riesgo de que muchos compromisos Net Zero se rompan o sean inefectivos también.
¿Nos podemos permitir en la actual contrareloj que avanzando en el proceso las organizaciones digan que no pueden asumirlo o que se equivocaron? Cada año que pasa y cada opción seleccionada, importan.
Reducción vs compensación
Investigadores de la Universidad de Lancaster, indican que si, en vez de reducir las emisiones, se confía en la compensación de carbono y la esperanza de tecnologías futuras para extraer carbono, podría darse un calentamiento adicional de hasta 1,4 °C.
Las compensaciones nos distraen del verdadero objetivo, como apunta Friends of Earth. Es una llamada a la reflexión, por todo lo que está en juego y porque estamos fuera de tiempo.
Estamos participando en una carrera sin equipación, sin mapas, vamos lentos y además es una carrera muy costosa. McKinsey estima que alcanzar las emisiones netas cero en 2050 costará al mundo inversiones por valor de 9,2 billones de dólares al año. En total, 275 billones de dólares. El 7,5 por ciento de la riqueza del planeta.
No se trata de una llamada al desaliento, ni de ceder el testigo de la mitigación a la adaptación, sino de pararnos a reflexionar, de analizar el problema con perspectiva, especialmente de cara a la próxima COP que se celebra este noviembre en Egipto.
¿Por qué no consideramos en el análisis lo ocurrido durante la pandemia? Las emisiones mundiales de GHG se redujeron un 5,2 por ciento. Es una muestra de cómo la incorporación activa de la sociedad podría mover la aguja de forma significativa. Destaco de forma activa, productiva y quiero diferenciarlo de forzosa e inactiva (ERTES o cierres) como ocurrió en la pandemia.
En vez de continuar por la vía actual de publicación de directivas y prohibiciones que abocan a los ciudadanos a un rol pasivo, donde sólo sufren la aplicación de estos reglamentos, hay que canalizar y dar voz al potencial de reducción de emisiones que encierra la sociedad, asegurando también su compromiso. Es una transición social, no sólo política o financiera, hacia el Net Zero. Es cierto que es muy complejo, tendrían que modificarse sistemas de gobernanza, cultura y hábitos. Ganarse la credibilidad. Pasar de la economía financiera a la real.
Hay muchos sectores que contribuyen al calentamiento, pero el más emblemático como punto inicial es, sin duda, el de los combustibles fósiles, donde confluyen intereses políticos, económicos y financieros. Sin embargo, la polarización crece entre los estados, dejando en evidencia la poca alineación en el objetivo y en el sentido de urgencia de la carrera hacia el Net Zero.
Mientras que Francia es el primer país europeo en prohibir la publicidad de combustibles fósiles, en algunos estados de Norteamérica, se penaliza a financieras europeas que aparentemente evitan este tipo de combustible,
La transición climática cumpliendo con el escenario de 1,5º C es posible según las leyes de la química y la física ... ¿Nos ponemos a ello o nos ponemos en manos de empresas e instituciones orientadas a la rentabilidad, en medio de una crisis climática y social?
El planeta arde y mientras tanto mercados, organizaciones y estados tocan el arpa.