Los mercados verdes ahogan a los emergentes
Los países en vías de desarrollo se enfrentan a unos costes de financiación muy elevados, incluso aunque no sean contaminantes. Una situación que complica que puedan prepararse ante las consecuencias del cambio climático
Desde lo alto del Himalaya oriental, Bután es uno de los pocos países que puede afirmar que está haciendo más por enfriar el planeta que por calentarlo.
Pero este país de menos de un millón de habitantes, que cuenta con exuberantes montañas que absorben el dióxido de carbono que atrapa el calor, no recibe recompensa alguna por sus bajas emisiones ni está protegido frente los efectos devastadores del cambio climático
Más de una docena de lagos de Bután corren el riesgo de desbordarse por el deshielo de los glaciares, una fuente de ansiedad constante para los aldeanos que viven en las orillas de los ríos.
El gobierno tiene intención de construir infraestructuras de protección contra las inundaciones y quiere asimismo organizar los recursos para hacer frente a las catástrofes, algo que coincide por completo con el tipo de inversión adaptativa que se ha fomentado en las negociaciones mundiales sobre el clima que se están llevando a cabo en Glasgow (Escocia).
Pero dicha financiación ha sido prohibitiva y difícil de conseguir. Bután ha tardado casi cinco años en lograr préstamos del Fondo Verde para el Clima de las Naciones Unidas, una reserva de dinero que recaudan los países ricos, comenta Sonam Wangdi, secretario de la Comisión de Medioambiente del país.
Durante la COP 26, los representantes de países como Bután trataron de defender su causa, con argumentos como que las principales naciones emisoras deberían poner más de su parte para ayudarles a hacer frente a los estragos del calentamiento global. Sin embargo, a su regreso de Glasgow, habrían logrado mucho más de fuentes privadas en forma de promesas de fondos que de los gobiernos, que básicamente dejan estos países a merced de los mercados.
La necesidad de combatir el riesgo climático
No estamos ante una noticia tranquilizadora para Wangdi. Todo ello supone que aquellos países que se enfrentan a riesgos climáticos graves, como es el caso de Bután, tendrán que pagar más por los préstamos y no serán considerados destinos atractivos para inversiones verdes. El bono a tres años que Bután vendió el pasado año tenía un cupón del 6,5 por ciento, más de 100 puntos básicos por encima de lo que paga India, su país vecino.
«Estamos endeudados hasta el cuello», comentó Wangdi. «No tiene sentido, no somos capaces de ayudar a nuestra gente.»
Los países ricos han incumplido una y otra vez la promesa de movilizar 100 000 millones de dólares al año en concepto de financiación climática para contribuir a la adaptación de las naciones más pobres. Del dinero materializado hasta la fecha, solo una pequeña parte se ha distribuido en forma de ayudas sin condiciones.
Ahora, el que fuera gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, está tratando de convencer a bancos y gestores de activos que representan unos 130 billones de dólares con vistas a que destinen fondos a proyectos verdes.
Hay grandes interrogantes sobre cómo accederán los países en vías de desarrollo a esa cantidad de dinero
Hay grandes interrogantes sobre cómo accederán los países en desarrollo a esa impresionante cantidad de dinero. Las olas de calor, las inundaciones y los huracanes son cada vez más frecuentes en un planeta con una temperatura 1,1 º C por encima de los niveles preindustriales, con lo que la inversión en medidas de protección es de vital urgencia, pero poco atractiva para quienes quieren evitar el riesgo.
Los inversores extranjeros suelen mostrar mucho más interés en proyectos que reducen las emisiones, como parques solares y las presas hidroeléctricas. Las infraestructuras energéticas también pueden generar rendimientos atractivos. Las medidas de resiliencia climática, como las barreras contra las inundaciones y los sistemas de alerta temprana, no reportan beneficios similares.
A medida que el cambio climático se acelere, los países más vulnerables serán menos atractivos
Todo ello supone un bucle de retroalimentación complicado. A medida que el cambio climático se vaya acelerando, los países más vulnerables serán aún menos atractivos para los inversores, ya que el calentamiento de las temperaturas deteriorará rápidamente sus perspectivas de crecimiento económico.
Incluso en caso de que el calentamiento se mantenga por debajo del objetivo de 1,5°C del Acuerdo de París, los países vulnerables seguirán enfrentándose a una caída del producto interior bruto de media del 13 por ciento en 2050, según un análisis de Marina Andrijevic, economista de la Universidad Humboldt de Berlín.
La doble vara de medir: Alemania y África
La situación es especialmente alarmante en África. «Si este dinero llega al mundo así, de fuentes privadas, África no tendrá acceso», ha afirmado Tanguy Gahouma-Bekale, funcionario gabonés que presidió el bloque negociador africano en las
conversaciones sobre el clima. «África recibe dinero con un alto tipo de interés debido al riesgo político y al miedo a la guerra. No podremos utilizar este dinero para desarrollo.»
Gabón se ha presentado sin reticencia alguna como un destino para la inversión verde. Tiene algo que puede contribuir a que las compañías logren sus propios objetivos de emisiones cero neto: miles de hectáreas de bosques que absorben carbono. El gobierno ha propuesto todo tipo de mecanismos de financiación, desde bonos verdes y compensaciones de carbono hasta acuerdos bilaterales.
Los rating de crédito pesan negativamente y elevan los intereses de las emisiones
Pero todo ello no ha servido para reducir las enormes barreras de entrada de Gabón en los mercados globales. Una economía avanzada como la alemana puede vender deuda por un periodo de 10 años a un tipo de interés inferior a cero, mientras que el de Gabón se acerca al 7 por ciento y está sujeto a fluctuaciones extremas.
De hecho, Gabón está calificado como 'deuda basura', siete escalones por debajo del grado de inversión según Moody’s Investors Service, lo que hace que la nación dependa de inversores altamente especulativos. Un análisis de 2018 respaldado por la ONU identificó un patrón en el que la vulnerabilidad climática incrementaba el coste de la deuda de los países en 117 puntos básicos.
Existe asimismo una brecha tecnológica que amenaza con dejar atrás a los países más pobres en la transición energética. Aunque África sea el continente más soleado, su capacidad de energía solar se situaba hasta este año por detrás de la del Reino Unido, un país más pequeño y nublado, con arreglo a BloombergNEF. La primera fábrica de autobuses eléctricos de Uganda empezará a fabricar vehículos en 2021, cinco años más tarde que India y más de un siglo después que Reino Unido.
Una forma de minimizar el riesgo para los inversores privados es que los gobiernos ricos entren primero y respalden los proyectos sin condiciones. Gahouma-Bekale sostiene que los países desarrollados deberían recaudar cerca de un billón de dólares anuales en financiación climática en 2025, lo que supondría multiplicar por 10 su objetivo actual, y reservar la mitad de fondos para medidas de adaptación.
«No podemos limitarnos a dar la bienvenida, o alegrarnos, cuando las empresas privadas recaudan este tipo de dinero», ha comentado. «Tenemos que empezar por el dinero público.»
Hay otros métodos posibles para financiar las medidas de protección. Una de las grandes cuestiones sin resolver versa sobre la presión ejercida por los países africanos para que se aplique una tasa de transacción a algunas operaciones con carbono, que se autorizaría en virtud del artículo 6 del Acuerdo de París.
Los impuestos en los mercado de carbono pueden ser una alternativa pero no hay acuerdo
La propuesta, a la que se han opuesto Estados Unidos y la Unión Europea, impondría una tasa a las transacciones bilaterales, y el dinero se destinaría al pago de las medidas de adaptación. Muy probablemente, el acceso a esos fondos no estaría sujeto a los cálculos de mercado.
Palaos estará bajo el agua en décadas, por lo que es una inversión extremadamente arriesgada. Por eso quiere que las naciones ricas aporten su ayuda. «Los grandes emisores, con su insaciable apetito de progreso, siguen abusando de nuestro medioambiente», ha afirmado el presidente de Palaos, Surangel Whipp. «Nuestros recursos están desapareciendo ante nuestros ojos, y nos están robando nuestro futuro.»