Naturaleza y desarrollo económico: ¿colaboración o depredación?
Más de la mitad de la producción económica mundial, con un valor aproximado de 44B$, depende moderada o intensamente de la naturaleza. Una cifra que, seguramente, se queda corta
¿Cómo valorar el aire que respiramos, la variedad de alimentos y soluciones medicinales que nos brinda, la energía que nos ofrece o el disfrute que nos produce recorrerla?
La naturaleza es nuestro soporte vital, tanto a nivel social como económico. A menudo tomamos estos servicios de forma gratuita y no invertimos en su cuidado. Tal vez, ahí radica el problema.
La capacidad de la naturaleza para proporcionar los bienes y servicios de los que dependemos está siendo socavada a una velocidad sin precedentes.
Los bosques, que contienen algunas de las concentraciones más ricas de biodiversidad del planeta, están seriamente amenazados. Entre 1990 y 2020, se perdieron cerca de 420 millones de hectáreas, principalmente de bosques tropicales, y se siguen perdiendo 10 millones de hectáreas más cada año, ¡un área equivalente a la suma del tamaño de Escocia y de Gales juntos!
La expansión agraria causa cerca del 90 por ciento de la deforestación mundial: más de la mitad de las pérdidas de bosque se deben a su conversión en tierras de cultivo, mientras que casi el 40 por ciento de esas pérdidas corresponde al pastoreo.
Aunque esta actividad agraria también da respuesta al consumo local y regional, parte de los bosques tropicales convertidos a usos agrícolas se destinan a la producción de bienes comercializados a nivel mundial.
Entre 1990 y 2008, la Unión Europea contribuyó en un 10 por ciento a la deforestación global, importando y consumiendo una tercera parte de los productos agrarios asociados a la deforestación.
El Reglamento de la UE sobre productos libres de deforestación (EUDR) que entrará en vigor el 30 de diciembre de este año, busca reducir este impacto.
Establece normas comunes a cualquier empresa, de la UE o del extranjero, que importe o exporte productos que contengan o se hayan elaborado utilizando cacao, café, palma aceitera, caucho, soja, ganado bovino o madera.
La madera, además de ser libre de deforestación, debe ser libre de degradación forestal. Además, se incluye el ganado bovino que haya sido alimentado con dichas materias primas.
El elevado impacto del reglamento
Un reglamento con alto impacto. Afecta a múltiples sectores y a cualquier cantidad empleada de las citadas materias primas, ya sea mucha o poca. Impacta tanto en la cuenta de resultados como en la continuidad del negocio.
Minoristas y proveedores, de cualquier tamaño, están expuestos a fuertes sanciones económicas, como multas del 4 por ciento de su volumen total de negocios en la UE.
Adicionalmente, cualquier producto que no cumpla con el reglamento puede ser interceptado en la frontera, causando interrupciones en el suministro y pérdida de contratos. Se puede convertir en un disparo a la línea de flotación de las compañías, muchas asociadas al sector de la alimentación, pero también de la moda, papeleras, automoción o fabricantes de muebles.
Para comercializar o exportar estos productos en la UE se deben respetar tres condiciones: estar libres de deforestación; ser producidos de conformidad con la legislación del país de origen y contar con una declaración de diligencia debida.
Declaración respaldada por información sólida y basada en evidencias, como la geolocalización de cada partida del envío y el cumplimiento local de aspectos sociales y ambientales; además de ir acompañada de medidas de evaluación y reducción del riesgo.
Las empresas deben conservar toda la documentación relacionada con la diligencia debida durante al menos cinco años y compartir esta información con los operadores y comerciantes en la cadena de valor.
Los operadores que no sean pymes ni personas físicas deben informar anualmente a sus grupos de interés sobre cómo están aplicando el reglamento.
Un reto que requiere tiempo
El reto es grande y requiere tiempo. Es necesaria una vigilancia exhaustiva, gramo a gramo, de la materia prima afectada. Vigilancia que se debe dar en cadenas de suministro complejas y fragmentadas, con muchos agentes informales y, tradicionalmente, con un riesgo alto de abusos laborales.
Para ayudar a dar cumplimiento a este reglamento han surgido soluciones tecnológicas que con Inteligencia Artificial o soluciones blockchain buscan ayudar a obtener las declaraciones de debida diligencia que es necesario presentar tanto a las autoridades europeas como a los clientes B2B.
Contar con el respaldo de la tecnología ayuda en la trazabilidad y reporte del proceso, sin embargo, las medidas asociadas a la mitigación y control de riesgos no deben ser olvidadas.
De lo contrario, las empresas se verán obligadas a prescindir de proveedores relevantes. La tecnología es condición necesaria, pero no suficiente.
Su aplicación directa no evita de por sí la deforestación, numerosas actividades asociadas a la misma afectan a la forma de vida de muchas personas. Los pequeños productores, las comunidades locales y los pueblos indígenas poseen o gestionan casi la mitad de los territorios forestales y agrícolas del mundo.
Si estas comunidades no son parte activa de la solución y no se ven beneficiadas por las medidas asociadas a este reglamento, muy posiblemente, se derive el resultado de la deforestación hacia mercados menos exigentes.
Es decir, no se evitaría la deforestación y, además, se reducirían las alternativas para las empresas afectadas por el reglamento, lastrando así su competitividad.
Si realmente queremos mover la aguja, es preciso gestionar los riesgos endémicos de la cadena de valor, actuando de forma conjunta a nivel sectorial.
Esto requiere no sólo concienciación, sino también ofrecer alternativas sostenibles y de futuro a los productores locales, permitiéndoles transformarse de explotadores a garantes de la biodiversidad, siendo recompensados por esta responsabilidad.
Se trata de no quedarse en la forma, sino de llegar al fondo. ¿Es posible? Empresas como Porsche y Michelin llevan tiempo trabajando en ello, con el fin de garantizar la sostenibilidad social y ambiental de los neumáticos obtenidos de caucho natural procedentes de Indonesia, una de las materias primas incluidas en el reglamento.
Han demostrado que con tecnología y apoyándose en socios locales es posible impulsar las capacidades sociales y ambientales de cadenas de valor altamente fragmentadas.