Por qué es paradigmática la estrategia climática de George Soros
Soros Fund Management (SFM) pretende ser net zero en 2040 y ya ha puesto fecha a su despedida de las petroleras y gasistas que no tengan plan de descarbonización
Firmas de inversión con 130 billones de dólares en activos se han comprometido a alcanzar los objetivos net zero en 2050. Sin embargo, esto plantea muchas preguntas.
¿Cómo deberían los financiadores revelar su responsabilidad en el calentamiento global por las empresas a las que apoyan? ¿Es mejor instar a estas empresas a tomar medidas climáticas más severas o dejar de financiarlas completamente?
Son cuestiones importantes, ya que gigantes como Blackrock pueden generar tantas emisiones como el grupo Volkswagen.
El plan climático de Soros Fund Management (SFM), la firma de inversión del multimillonario George Soros, cuenta con una de las más detalladas y transparentes hojas de ruta de la industria, e ilustra cómo de complicados son esos problemas.
2040, la fecha clave para SFM
SFM, con 28.000 millones de dólares en activos, tiene el compromiso de ser net zero para 2040, según consta en el último informe publicado en su web el pasado 14 de abril.
La entidad supervisa principalmente el dinero con el que cuenta Open Society Foundations, una red que ha dado miles de subvenciones a grupos que promueven la Democracia y los derechos humanos. Hilary Irby, directora de impacto del fondo con sede en Nueva York, es consciente de que los grandes inversores han sido criticados por establecer vagas promesas climáticas que no están respaldadas por suficientes detalles para hacerlos responsables.
Por ello, SFM estableció su objetivo de cero neto en 2019, pero no se hizo público hasta este mes. La empresa necesitaba tiempo para asegurarse de que estaba evaluando adecuadamente las emisiones que financia y cómo podría reducirlas, según Irby.
“Queríamos poder hablar con resultados, en lugar de decir simplemente: 'esto es lo que vamos a hacer'", explica. El mayor problema al que se enfrenta el fondo, en primer lugar, es averiguar de cuánta contaminación es responsable.
Solo la mitad de los activos de SFM corresponden a empresas que divulgan sus datos de emisiones (y eso en sí mismo es irregular) o cuyos datos de emisiones pueden ser fácilmente manipulados. La otra mitad está compuesta por activos financieros, que abarca todo, desde divisas hasta bonos soberanos, y aún no existen metodologías para calcular las emisiones para alguno de ellos.
Un modelo propio
SFM tuvo que crear sus propios modelos para estimar las emisiones de todos sus activos con el fin de establecer metas para reducirlas. Los objetivos cubren no solo las emisiones directas de los negocios en los que invierte y el carbono generado por sus proveedores de energía -denominadas Scope 1 y 2- pero también las Scope 3, aquellas generadas por clientes y proveedores.
Esa última categoría a menudo ocupa la mayor parte de las emisiones totales de una empresa y pueden ser más difícil de reducir. Los datos de emisiones Scope 3 no son fiables, dijo Irby, aunque ella espera que eso mejore en los próximos años.
SFM sabe que los errores son inevitables. “Nos estamos dando permiso para cometer errores porque estamos tratando con un montón de incógnitas”, señaló Irby.
Antes de llegar al cero neto en 2040, SFM tiene como objetivo reducir su intensidad de carbono en una cuarta parte para 2025 y en un 60 por ciento para fines de la década desde los niveles de 2019. Y además, sin utilizar créditos de carbono.
El fondo ya ha cumplido la mitad objetivo de la década, lo que significa que en realidad puede aumentar su huella de carbono para los próximos años antes de la fecha límite de 2025. Pero sería elegir entre mantener ese respiro extra en lugar de fortalecer sus objetivos.
La flexibilidad le permite dar cuenta de las diferencias entre sus modelos y la realidad, así como los obstáculos que podría encontrar con menos cooperación por parte de las empresas en las que invierte.
Dónde reside el éxito
Para una institución financiera como SFM, el éxito para recortar emisiones depende tanto de elegir las empresas adecuadas para invertir como de las decisiones que toman las mismas, algo en lo que los inversores pueden influir pero no pueden controlar por completo.
La huella de carbono Scope 1 y 2 de SFM, tomando como medida el número de toneladas de emisiones por dólar invertido, pasó de 78 toneladas por cada millón de dólar, en 2019, a un máximo de 154 toneladas en 2020. El año pasado, cayó a un mínimo de 52 toneladas.
El aumento de las emisiones en 2020 se debió a solo dos negocios, explicó Irby, pero se negó a identificarlos. Además de tratar de persuadir a las empresas para que hagan más para reducir emisiones, la otra herramienta de SFM es la desinversión.
El fondo se comprometió a dejar de financiar, para 2025, a todas las empresas de extracción de combustibles fósiles que no tienen un plan para reducir rápidamente todos las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esta es, sin embargo, una amenaza que puede no tener mucho impacto en esas empresas, ya que la participación de SFM en ellas es bastante pequeña. Su inversiones en firmas como como Shell, BP, Halliburton y Energy Transfer representa solo el 0,2 por ciento del total de activos, o lo que es lo mismo, 61 millones de dólares.
Cómo contabilizar las emisiones
Giel Linthorst, director ejecutivo de la Partnership for Carbon Accounting Financials (PCAF), que tiene una de las metodologías más aceptadas para contabilizar las emisiones financiadas, dijo apreciar la transparencia en las estrategias climáticas.
Pero enfatizó que PCAF requiere que las instituciones financieras midan y reporten sus emisiones absolutas, no solo la huella de carbono.
Irby defendió la decisión de SFM de establecer objetivos basados en emisiones por cada millón invertido, argumentando que en última instancia, los planes del fondo para llegar a net zero requerirán llegar a cero emisiones tanto en huella de carbono como en emisiones absolutas.
Añadió, además, que SFM está rastreando sus emisiones absolutas y asegurándose de que no van en la dirección equivocada. Aún así, la mayor incógnita para SFM es cómo repercutirá en el cambio climático.
Si bien algunas grandes empresas de tecnología se han fijado metas para llegar a cero neto en 2030, todavía no hay un grupo lo suficientemente grande de empresas comprometidas a alcanzar ese objetivo antes de mediados de siglo.
Después de comenzar 2021 votando en contra de los consejeros de corporaciones públicas que no divulgan sus emisiones, SFM dijo que este año requerirá que las empresas tengan planes de transición a combustibles más limpios.
Más allá de eso, tendrá que idear nuevas estrategias para alcanzar su ambicioso objetivo climático. “En los próximos años, creo que habrá algunas empresas en nuestra cartera que tal vez no llegarán a ser net zero en 2040”, dijo Irby. “Aún no estamos seguros al cien por cien de cómo nos ocuparemos de ellos”, añadió.