¿Quién manda en la ESG?
FOROS ● Efectivamente, las empresas son de los inversores y ellos pueden influir para impulsar a las cotizadas a avanzar en estrategias de negocio con criterios sostenibles. ¿Pero mandan de verdad en la ESG?
Analizar quién marca el camino de la ESG y quién está detrás de la toma de decisiones sobre ella fue el tema de debate de la segunda mesa del Foro Social Investor titulada Activismo, ratings e índices: ¿Quién manda en la ESG?, en la que participaron Severiano Solana, director de estrategia y seguimiento de sostenibilidad de Caixabank; Luisina Berberián, directora de finanzas sostenibles de S&P Global Ratings; McKenzie Ursch, director de asuntos legales de la asociación de activismo inversor Follow This, y Alberto Andreu Pinillos, presidente de la Asociación Española de Directivos de Sostenibilidad (Dirse).
Él fue el encargado de responder a la pregunta de «¿quién manda en la ESG?» Para ello citó una frase de la película «Aladdin»: «Quien tiene el oro hace las reglas», indicando que «quienes mueven y atraen los flujos de la ESG son los inversores y los financiadores».
Los inversores tienen poder real a través del activismo inversor, como el que representa Follow This, para que las empresas se comprometan con la ESG, pero no es el único medio. A juicio de McKenzie Ursch, los inversores también pueden abogar por cambios en la política relacionados con la sostenibilidad, llegar a acuerdos con las empresas y desinvertir en aquellas que no apoyan la ESG porque «las empresas son propiedad de sus inversores».
Un compromiso con lo sostenible
Los ponentes hicieron hincapié en que los ciudadanos han experimentado en los últimos años un cambio de conducta al invertir y cada vez valoran más las compañías que siguen una estrategia sostenible a través de su compromiso social, ambiental y de buen gobierno. Este cambio lo tienen muy en cuenta los encargados de impulsar a las empresas en su avance hacia la ESG, que «deben ser los consejos de administración», en opinión de Severiano Solana.
«Si el consejo está implicado en avanzar en ESG y toma decisiones al respecto, el resto de la empresa percibe estos cambios y sabrá que van en serio», indicó. Puso como ejemplo a Caixabank, que el año pasado incorporó un director general de sostenibilidad en el comité de dirección del banco.
Destacó la importancia de los índices que valoran el desempeño de las empresas en materia de ESG y considera «relevante» estar en ellos, ya que «los inversores miran con atención los índices antes de tomar decisiones». Otra de sus ventajas es que permiten a las empresas conocer «cómo las visualiza un tercero y cómo mejorar en sostenibilidad». No obstante, reconoció que los criterios que siguen los índices al valorar el compromiso de sostenibilidad «son muy diferentes» y una forma de evitarlo sería implantar el proyecto que baraja la Comisión Europea de elaborar una norma para homogenizar, dar transparencia y establecer estándares para la elaboración de los índices. «Avanzar en esto es fundamental», afirmó Solana.
Agencias de rating
Otro de los actores vinculados con la ESG son las agencias de rating que valoran la sostenibilidad de las compañías. «Nuestro rol es dar una opinión objetiva e independiente de que las iniciativas ESG de una empresa están alineadas con esos principios», dijo Luisina Berberián.
Otro de los actores vinculados con la ESG son las agencias de rating que valoran la sostenibilidad de las compañías. «Nuestro rol es dar una opinión objetiva e independiente de que las iniciativas ESG de una empresa están alineadas con esos principios», dijo Luisina Berberián.
El proceso para elaborar los informes se caracteriza por la transparencia en la metodología. «Cuando investigamos una entidad somos transparentes sobre cuáles son las métricas que analizamos. Revisamos la documentación, mantenemos una interrelación directa con el cliente y las decisiones las tomamos en comité», explicó.
Una regulación muy fragmentada
Los expertos incidieron en los pros y los contras de la regulación sobre ESG. Entre los primeros destacaron el nuevo reglamento sobre finanzas sostenibles que, en opinión de Solana, «da más voz» a los inversores que contratan un fondo de inversión o un plan de pensiones y tendrán más información sobre el tipo de inversión que van a realizar. También podrán manifestar sus preferencias sobre sostenibilidad, «lo que les dará mayores derechos y obligaciones, ya que tendrán que valorar entre elementos de rentabilidad y de sostenibilidad».
Competir con las manos atadas
Los contras de la regulación vienen de su exceso, a juicio de Pinillos. Incidió en la «enorme» regulación que existe en la UE respecto a otros países con estándares distintos. «La fragmentación de la regulación perjudica la competitividad de las empresas», aseguró.
Un ejemplo del aumento de la regulación es que en 2011 en Europa hubo entre 10 y 15 iniciativas regulatorias sobre ESG y en 2021 aumentaron hasta las 520.
Pinillos cree que «tanta carga regulatoria en la UE complica las cosas a las empresas europeas y las obliga a competir con las de otros países con las manos atadas a la espalda».
La importancia de la «G»
Un aspecto a destacar en la sostenibilidad es cómo los proxis se han centrado en la «G» de gobernanza, incidiendo menos en la «E» de medio ambiente y dejando de lado la «S» de social.
Esto ocurre porque «la G es el arco de bóveda de toda la sostenibilidad y todos los escándalos corporativos han nacido de la gobernanza, por ello inciden en ella», afirmó Andreu.
Reconoce que también «han apostado» por la «E», pero en menor medida, aunque sus métricas son fáciles de medir y el impacto ambiental es más objetivable.
No ha pasado lo mismo con la «S», asegura, porque «la taxonomía social está parada no solo por un tema competencial, sino porque las métricas de medición de impacto son más complicadas».