Sostenibilidad, incuestionable pero indefinida
La credibilidad de la transición sostenible está en jaque por la multiplicidad de datos y marcos regulatorios que están en marcha
La sostenibilidad, en su sentido más amplio, se ha colado en pleno descanso veraniego. Incluso inmersos en unos Juegos Olímpicos, la actualidad se hace eco de lo ocurrido en materia ambiental, social o de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).
En otras palabras, aspectos como la descarbonización de la economía, los desastres naturales, el precio del carbono o de la energía, la imputación de consejeros o directivos de grandes empresas, escasez de semiconductores, expedientes de regulación o la precariedad en el empleo, forman parte del día a día.
En esta secuencia de acontecimientos, a menudo concatenados, las empresas compiten activamente para demostrar una mejor gestión y desempeño de los aspectos ESG. No por capricho, sino por necesidad pues, entre otras cosas, conllevan un mejor acceso al capital financiero.
La inversión sostenible representa más de un tercio de todos los activos a nivel mundial, según GSIA
La última edición del informe bienal de la Alianza Global de Inversión Sostenible (GSIA) recoge cómo la inversión sostenible representa más de un tercio de todos los activos a nivel mundial, experimentando un crecimiento del 15 por ciento y alcanzando los 35,3 billones de dólares.
Los inversores y gestores de activos están más ávidos que nunca de información ESG que muestre cómo las compañías trabajan por hacer realidad sus compromisos en dicho ámbito, cómo contribuyen al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible o bien si están preparadas para dar respuesta al nuevo marco normativo que Europa está dibujando.
Sin duda, el acceso a datos relevantes y de calidad es clave para garantizar los flujos de capital hacia la inversión sostenible. El 85% de los gestores de activos reconoce que los factores ESG juegan un papel vital en la oferta o estrategia de inversión, según Index Industry Association (IIA). Sin embargo, el 63% destaca que es la falta de datos cuantitativos la principal, o una de las principales barreras, para la inversión sostenible.
Un maremágnum de los datos
Los datos, son el eslabón que marca el nivel de fortaleza de cualquier proceso, tanto orientado a la gestión como a la toma de decisiones. Hace más de 20 años que se iniciaron los primeros pasos para la estandarización de criterios e información en materia de sostenibilidad.
Desafortunadamente, y a diferencia de los estados financieros, no se ha podido definir un marco de referencia internacional que permita a empresas, reguladores e inversores, establecer de forma unívoca un ámbito de reporte, exhaustivo, transparente y comparable.
Así, empresas e inversores tienen que convivir con una Torre de Babel. The Reporting Exchange recoge más de 2.000 disposiciones de informes ESG por parte de los reguladores, más de 1.400 indicadores clave y más de 1.000 organizaciones involucradas en el desarrollo de marcos e iniciativas ESG, donde hay una escasa penalización a las empresas que los incumplan.
En este maremágnum de marcos, ¿es posible asegurar unas condiciones justas por el acceso al capital? ¿es factible asesorar a los inversores para maximizar el impacto positivo de su inversión? ¿Se puede garantizar que los flujos de capital alcanzan a las empresas o actividades comprometidas realmente con una transición justa y sostenible?
La respuesta, aunque sólo sea por cuestión de probabilidades, es no. Y esto pone en jaque la credibilidad de la transición sostenible.
Las empresas son conscientes del impacto que esta disparidad de criterios está teniendo ya en sus resultados y competitividad. Así, hay países que exigen un alcance exhaustivo de la información brindada, así como presentar datos auditados mientras que otros se limitan a seguir marcos voluntarios. Sin embargo, ambos casos se pueden utilizar de forma similar en las recomendaciones de inversión sostenible, diluyéndose el esfuerzo realizado, en el primer caso, minimizándose así las garantías de lograr un impacto real y positivo.
Esto coloca a las empresas seriamente comprometidas con la sostenibilidad en una situación de desventaja. Hay muchas voces en este sentido. Recientemente Apple declaró que la SEC debe jugar un papel más activo exigiendo que las empresas divulguen información auditada por terceros sobre emisiones y que ésta cubra todos los alcances: directas, indirectas y de la cadena de valor.
Se da la paradoja de que el país más contaminante, que es Chino, es donde es más rentable contaminar
El mercado del carbono, la principal palanca para lograr la reducción efectiva de emisiones, está lejos de alcanzar un precio único a nivel mundial. Dándose la paradoja de que el país más contaminante China, es donde resulta más rentable contaminar, ¡7 veces más barato si se compara con Europa!
Ambos ejemplos afectan directamente a la cuenta de resultados de las empresas y favorecen la aparición de movimientos especulativos de inversión.
Estas incongruencias se dan en uno de los aspectos ESG más trabajados, el ambiental. Da vértigo pensar a qué panorama se tendrán que enfrentar empresas, reguladores e inversores cuando se desarrollen de forma más amplia los otros dos factores.
Por ello, es necesario entender que la sostenibilidad es una labor holística y en continuo desarrollo. La sociedad inversora es un actor clave que puede acelerar la transición sostenible, siempre que actúe de forma transparente y reconozca a aquellas empresas o países comprometidos seriamente con la sostenibilidad, diferenciándolos de otros actores con menor ambición ESG o que operan con marcos más laxos.
Además, es preciso contar con más profesionales experimentados en la gestión sostenible que ayuden a las empresas, autoridades e inversores a navegar en un ingente mar de estándares y datos, donde el significado de las métricas y las reglas del juego varían en función de la definición de criterios de inversión responsable a aplicar, la laxitud o exigencia del marco local donde la organización desempeña su actividad, el sector o el perímetro de reporte.
No es algo que se pueda tomar a la ligera, la transición sostenible es algo incuestionable, en el que todos los protagonistas aparentemente están de acuerdo, pero el diablo está en los detalles.