Preguntas para descubrir el greenwashing
A medida que las empresas y los gobiernos se van viendo sometidos a una mayor presión para divulgar sus emisiones, va resultando más importante distinguir las soluciones que vienen con trampa
Tras seis años escribiendo sobre todo lo relacionado con el cambio climático, me llego a plantear que esté cubriendo tanto las soluciones reales como las falsas.
Esto podría ser un signo de avance. Las soluciones falsas para reducir las emisiones de carbono que contribuyen al calentamiento global no son nuevas. Pero el número de personas que están ofreciendo esas respuestas, y el dinero que se les adjudica han aumentado sustancialmente en los últimos años.
Las 10 mayores economías del mundo tienen ahora el objetivo de alcanzar unas emisiones netas cero en décadas. Es una gran oportunidad de negocio que ha llevado a todo tipo de personas a prestar por fin atención al problema del clima.
La cosa ya no se limita a personas un poco raritas que envían emails sobre una máquina de movimiento perpetuo que han inventado en su garaje.
Los periodistas reciben de forma regular comunicados de prensa en los que se habla de todo, desde cómo las resuelven las multinacionales la crisis climática fomentando el reciclaje hasta la afirmación de que sus productos son de «origen sostenible» cuando no lo son.
¿Greenwashing o marketing?
A veces, estas maniobras apestan a greenwashing, pero lo normal es que se oculte con trucos sofisticados. Ahora que estamos empezando el año, vamos a ver alguna forma rápida de comprobar si merece la pena prestar atención a una solución climática.
¿Huele a greenwashing? Hay soluciones que se presentan como una solución provisional necesaria hasta que llegue la solución definitiva. Las compensaciones de carbono estarían en esta categoría.
Si se hace bien, los créditos pueden ser una forma de eliminar una pequeña parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Pero a menudo, este potencial se estira más allá de lo plausible para justificar una contaminación continua mucho más peligrosa.
¿Se ha descubierto la fórmula mágica? Por desgracia, el cambio climático no se va a resolver a base de fórmulas mágicas. Pero eso no impide que muchos declaren que, por ejemplo, si el mundo pudiera adoptar impuestos sobre el carbono o financiar el desarrollo de la fusión nuclear, dejaríamos de calentar el planeta. Desconfíe siempre de quien afirme tener la respuesta única a un problema tan polifacético.
¿Demasiado bueno para ser verdad? Un dicho que no envejece. Eso no quiere decir que las ideas descabelladas no sean bienvenidas. Pero hay que demostrar que son aplicables más allá del laboratorio.
Recordemos la historia de Global Thermostat, una startup estadounidense que prometió construir máquinas que pudieran aspirar el dióxido de carbono del aire de forma muy barata, pero que una década después, no tiene nada que mostrar.
¿No es más que marketing? Las ideas resultan más creíbles cuando las apoyan personas en las que confiamos. Pero no siempre es suficiente con eso.
Basta con ver el aumento del capital destinado a fondos ESG que apoyan a empresas que supuestamente abordan cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo. La realidad es que la inversión sostenible tiene que ver con la sostenibilidad de los resultados, no del planeta.
El papel de las políticas públicas
¿Cómo se aplicarán las políticas gubernamentales? No todas las medidas funcionan como se anuncian. A algunos les sale el tiro por la culata y a veces, de forma espectacular.
¿Cuáles son las repercusiones? El clamor por unas soluciones climáticas proviene de muchas partes de la sociedad. La venta de una empresa, por ejemplo, puede contribuir a eliminar algunas emisiones de carbono de un balance, pero a la vez puede acabar aumentando las emisiones totales sin que nos demos.
Estos son solo algunos ejemplos, pero nos podemos hacer una idea de cómo descartar algunas malas soluciones. A medida que las empresas y los gobiernos se van viendo sometidos a una mayor presión para divulgar sus emisiones, cada vez va resultando más fácil seguir su evolución. Al final, la pregunta es: ¿se están reduciendo sus emisiones tan rápido como exige la ciencia?