En la década que Tim Brooks lleva comprando y vendiendo divisas, se ha acostumbrado a sentir que la acción suele estar en otra parte. Él y su equipo de Optiver Holding BV, una de las principales empresas de negociación de Londres, confían en la volatilidad para generar beneficios rápidos a partir de movimientos repentinos en los tipos de cambio.

Pero las oscilaciones espectaculares se evaporaron en gran medida tras la crisis financiera mundial de 2008, cuando los principales bancos centrales empezaron a recortar y luego a subir los tipos de interés de forma más o menos sincronizada. A pesar de ocasionales brotes de entusiasmo -como la subida del yen japonés el año pasado tras una sorpresiva subida de los tipos de interés-, el comercio de divisas cedió el protagonismo a las mesas de acciones y bonos.